lunes, 21 de noviembre de 2011

El IV Reich

En las últimas semanas hemos asistido en primera fila a una serie de espectáculos alucinantes. El presidente del gobierno griego, que lleva dos años sometiendo a su país a una serie interminable de recortes draconianos, cumpliendo órdenes de la Unión Europea y del BCE, parecía que iba a acabar con el sistema financiero mundial cuando sugirió la idea de hacer un referéndum en su país (que sólo tiene 11 millones de habitantes) para preguntarle a la gente si está de acuerdo o no con el plan de rescate que él mismo había negociado con el resto de dirigentes europeos. Resulta que preguntarle al pueblo -en un país democrático- si está de acuerdo con lo que está haciendo su gobierno puede poner en peligro todo el sistema capitalista (¿?). Muy mal está -por tanto- este sistema cuando un pueblo tan pequeño puede destruirlo por el sencillo procedimiento de negarse a aceptar la ayuda que se le ofrece (que está condicionada a la pérdida de importantes parcelas de soberanía nacional).
Ante tan “frívolo e irresponsable” comportamiento de Papandreu la UE sacó toda su artillería pesada y empezó a presionar en todas las direcciones posibles, amenazándonos a todos con las penas del infierno, hasta que consiguieron que algunos diputados del PASOK (el partido de Papandreu) no lo apoyaran en la moción de confianza que se presentó en el parlamento griego. En consecuencia el presidente tuvo que dimitir, y se acordó crear un gobierno de “concentración nacional” presidido por Lukás Papadimos, un señor que no es político, que no pertenece a ningún partido, que no es parlamentario y que nunca se ha presentado a unas elecciones democráticas. ¿Cuáles son entonces los méritos que le han llevado a la presidencia del gobierno griego? Pues que fue gobernador del Banco de Grecia desde 1994 hasta 2002 y vicepresidente del Banco Central Europeo desde 2002 hasta 2008. Es un economista cuyo mérito –supuestamente- consiste en que sabe cuadrar las cuentas y a eso llega al gobierno. No le pregunten sobre estrategias políticas ni sobre programas que vayan más allá de cuadrar los balances. Afortunadamente se supone que se trata de un gobierno transitorio hasta que se forme el nuevo que salga de las elecciones del próximo mes de marzo.
Mientras tanto hemos ido viendo como el presidente Berlusconi, en Italia, se ha llevado varios años dándoles una de cal y otra de arena a sus colegas de la Unión cada vez que le hablaban de que había que hacer recortes en su país. Anunciaba que los haría pero después los aplicaba de manera parcial en un continuo ejercicio de funambulismo político, hasta que los intereses de la deuda italiana lo han dejado fuera de combate. Como en el caso griego, después de consultar con diversos grupos políticos y, sobre todos, con los líderes de facto de la UE, se impone el nombre de Mario Monti, otro individuo que, como Papadimos, no pertenece a ningún partido, no es parlamentario y nunca se ha presentado a unas elecciones democráticas. Y el gobierno de Monti no es transitorio, nadie le ha pedido que convoque elecciones y él, por su parte, ya se ha encargado de decir que piensa agotar la legislatura (que termina en 2013, es decir, que le quedan dos años por delante).
¿Qué legislatura es la hay que terminar? Esas son palabras que tienen sentido en una persona que haya sido legitimada en unas elecciones democráticas y cuente con el respaldo del parlamento de su país, de los miembros de su partido, etc. Pero un hombre sin filiación política conocida y sin legitimidad democrática alguna ¿Qué sentido tiene que agote la legislatura? ¿A quién representa ese gobierno?
Esto tiene toda la pinta de un auténtico golpe de estado, aunque los militares no tengan nada que ver con el asunto. En este caso de un golpe de los poderes financieros.
Cuando se nombra presidente a Monti me pongo a buscar documentación, por internet, sobre él y lo primero que encuentro -en Wikipedia- es el siguiente párrafo:

“El profesor Mario Monti fue también director europeo de la Comisión Trilateral, un lobby de orientación neoliberal fundado en 1973 por David Rockefeller. También fue miembro de la directiva del Grupo Bilderberg. Fue presidente del think-tank Bruegel. Monti fue también asesor de The Coca-Cola Company y de Goldman Sachs, durante el período en que esta compañía ayudó a ocultar el déficit del gobierno griego de Kostas Karamanlis”[1]

Sigo buscando y descubro esto otro:

Mario Monti es asesor internacional del banco americano [Goldman Sachs] desde 2005. Y […] Lucas Papademos, que fue gobernador del Banco Central griego entre 1994 y 2002, participando en la operación de falsificación de las cuentas del país perpetrada por Goldman Sachs.[2]

Resulta que, tanto Monti como Papademos, forman parte de un trío que completa Mario Draghi, el nuevo presidente del Banco Central Europeo:

“Mario Draghi fue vicepresidente de Goldman para Europa desde 2002 a 2005, ascendido a socio y nombrado responsable de empresas y deuda soberana de los países europeos. Una de sus funciones era vender “swaps”, productos financieros con los que se ocultó una parte de la deuda soberana y que, en consecuencia, permitieron falsear las cuentas de Grecia.”[3]

Sobre Goldman Sachs dice Wikipedia:

“la Comisión del Mercado de Valores de Estados Unidos (U.S. Securities and Exchange Commission-SEC) acusó a Goldman Sachs de fraude por las hipotecas subprime. La SEC considera que están en el centro del fraude Fabrice Tourre, vicepresidente de Goldman, y señala también a John Paulson, gestor principal del fondo de inversión libre (hedge fund) Paulson&Co. Se considera a Goldman Sachs uno de los actores principales en la ocultación del déficit de la deuda griega.
Goldman Sachs estuvo involucrado en el origen de la crisis financiera en Grecia de 2010-2011, ya que ayudó a esconder el déficit de las cuentas griegas del gobierno conservador de Kostas Karamanlis. Concretamente Mario Draghi el presidente del Banco Central Europeo, había sido vicepresidente para Europa de Goldman Sachs, con cargo operativo, durante el período en que se practicó la ocultación del déficit. De hecho, en junio de 2011, Draghi fue preguntado en el Comité Económico del Parlamento Europeo por sus actividades en Goldman Sachs, en relación al ocultamiento en Grecia.[4]

Los que han ayudado a conducir a Grecia a la bancarrota son los que han sido designados para sacarla de ella –por lo bien que lo han hecho- y de camino a Italia y al resto de la Unión Europea. Eso es como poner a un pirómano a apagar un fuego. Y ya sabemos cómo van a sacarnos a todos de la crisis: con ajustes y con privatizaciones, es decir, empobrecimiento general y liquidación del patrimonio.
El parlamento italiano, que como todos los parlamentos del mundo está compuesto por políticos que –como tales- se han presentado a las elecciones con el propósito manifiesto de ejercer el poder en nombre de sus electores, ha respaldado al nuevo gobierno en el que no hay ningún parlamentario electo y parece que tienen la intención de dejarlos gobernar durante dos años en su nombre.
¿Ustedes han visto alguna vez a toda la clase política de un país renunciar, como mansos corderos, al ejercicio del poder sin oponer resistencia? Se me viene a la mente La marcha sobre Roma de 1922, que permitió la llegada al poder del primer gobierno fascista del mundo, gobierno que abrió –a su vez- las puertas, de par en par, a una época de gobiernos totalitarios en todo el continente europeo, que suprimirían todas las libertades individuales, que exterminarían a poblaciones enteras y que, finalmente, nos conducirían al conflicto armado más sangriento de toda la Historia de la Humanidad.
Lo que está sucediendo, tanto en Grecia como –sobre todo- en Italia no es ningún asunto menor. Es el comienzo de la implantación de una nueva dictadura, que aspira a ser europea. Dicen los medios de comunicación que los partidos italianos que respaldan al gobierno Monti han declinado participar en él para no sufrir el desgaste político que están soportando los gobiernos que bregan con la desbocada crisis económica en la que estamos metidos. Pretenden llegar al poder con las manos limpias dentro de dos años, cuando –supuestamente- los tecnócratas hayan hecho el trabajo sucio. Algo parecido está sucediendo en Grecia con Nueva Democracia, el partido de la oposición de derechas (el equivalente a nuestro PP), que respalda a Papadimos pero no ha querido aceptar carteras en su gobierno (“que se quemen otros”, dicen), lo que ha permitido que el partido de la extrema derecha griega (que estaba ansioso por participar en algún gobierno, algo que no le han permitido desde el fin de la Dictadura de los coroneles) tenga ahora nada menos que cuatro carteras (Infraestructuras, Transporte y Redes -que es una sola-, Agricultura, Marina y Defensa. Ya sabemos que la extrema derecha ha tenido siempre una fijación mental con el ejército). Ya están circulando por internet fotos del nuevo ministro de Infraestructuras, en sus años mozos, destrozando escaparates con una barra de hierro y haciendo pintadas con símbolos fascistas.
Aun suponiendo que los compromisos y los plazos pactados, en ambos casos, se cumplan (algo de lo que yo no estoy tan seguro), el mero precedente que ya han sentado los dos gobiernos está abriendo la puerta a nuevas experiencias totalitarias en el futuro inmediato que debiera hacernos reflexionar.
En el caso griego la sola presencia de miembros del partido de la extrema derecha en el gobierno los está legitimando, de manera implícita, lo que no va a dejar de tener consecuencias en el futuro. Por otro lado ¿Qué creen ustedes que va a hacer el flamante ministro de Defensa durante los próximos cuatro meses, que es el plazo que le han dado para ejercer? Hace apenas dos semanas el gobierno Papandreu cesó fulminantemente a toda la cúpula militar, porque tenía fundadas sospechas de que se estaba preparando una trama golpista. A nivel internacional la propia revista norteamericana Forbes ha alentado, desde sus páginas, ese posible golpe de estado griego. El nombramiento del citado ministro ya nos está ilustrando, con meridiana claridad, acerca de la sensibilidad democrática del que lo puso ahí: el propio Papadimos.
Pero, al margen de las posibles aventuras de los fascistas oficiales de Grecia, hay otros aspectos todavía más preocupantes en la deriva política de estos dos países. Cuando los políticos renuncian a hacer política y entregan el poder a los técnicos se están deslegitimando. Están reconociendo, de manera implícita, su propia incapacidad. Están vaciando de contenido el sistema democrático-parlamentario. ¿Qué fuerza moral tendrán esos políticos después para pedirles el voto a sus conciudadanos? El que declinó ejercer las responsabilidades propias del gobierno en los momentos de dificultad no debiera, moramente, hacerlo cuando lleguen los de bonanza. En cualquier caso están alimentando el discurso populista de los demagogos totalitarios. Están, en definitiva, abriendo la puerta de la dictadura. Hemos de pensar, en el caso italiano, que esta es la consecuencia de diez años de berlusconismo.
António de Oliveira Salazar representa, en la historia portuguesa, lo que Franco en la española. Los historiadores coinciden en que su Estado Novo” es la versión portuguesa del fascismo. Un fascismo más suave que el español y que los de la Europa continental, porque la gran exposición atlántica de este país no le aconsejaba distanciarse mucho de los anglosajones, obligándole a respetar ciertas formas para no irritar excesivamente a los gobiernos aliados, pero su régimen no dejaba por eso de ser una variante del fascismo, de hecho así lo entendieron los propios portugueses y el resto de la intelectualidad europea. A continuación les voy a transcribir algunos párrafos de la biografía de este personaje que procede de Wikipedia (ya ven que las fuentes que utilizo no son nada rebuscadas ni sospechosas) y que vienen a cuento acerca de lo que venimos diciendo:

“En 1928, tras la elección del presidente António Carmona y en vista del fracaso de su antecesor en conseguir un abultado préstamo externo con vistas al equilibrio de las cuentas públicas, Salazar vuelve a asumir la cartera. De inmediato Oliveira Salazar exigió controlar los gastos e ingresos de todos los ministerios. Satisfecha la exigencia, impuso una fuerte austeridad y riguroso control de las cuentas, consiguiendo un superávit en las finanzas públicas tras el ejercicio económico de 1928-29, y esforzándose en mantener un presupuesto equilibrado, al extremo de recortar severamente los gastos del Estado.
[…] En 1932, tras la dimisión de varios Primeros Ministros y ya como una consolidada figura en el gobierno, Salazar asume como Primer Ministro de Portugal. Ese año se lanza el proyecto para crear una nueva constitución, y Salazar llamaría a un grupo de connotados profesores universitarios para crearla, modelando una constitución fuertemente autoritaria y centrada en los poderes del primer ministro. En 1933 luego de ser plebiscitar la Constitución, ésta se aprueba y entra en vigor, naciendo así el Estado Novo y también el Salazarismo.
[…] Con la Constitución de 1933, Salazar instituyó y consolidó el Estado Novo, un régimen nacionalista corporativo con amplios poderes conferidos al ejecutivo en el control del Estado. […] El régimen adopta una forma muy moderada de fascismo basado en el de Benito Mussolini, […] y afirma los valores nacionales y su defensa, sacrificando la libertad individual en beneficio de lo que éste consideraba el interés superior de la Nación.[5]

Ya ven como el tema de los ajustes presupuestarios, de los gobiernos “técnicos” de expertos, que se constituyen provisionalmente para salvar los problemas de la coyuntura (y después duran 40 años) viene de lejos y que en el proceso de toma del poder de los diversos partidos fascistas, a lo largo de los años 20 y 30 del pasado siglo, tuvo mucho que ver la inacción de los demócratas de entonces. Las tácticas de apaciguamiento que los aliados practicaron con Hitler no sólo no consiguieron calmarlo, como ingenuamente habían creído sus adversarios, sino que lo envalentonaron, conduciendo a Europa a una guerra cruel, que no hubiera llegado a ser tan sangrienta si los demócratas le hubieran plantado cara, de manera decidida, desde el primer momento.
Grecia e Italia son, hoy, los casos más sangrantes, pero es evidente que el problema es europeo. A lo largo de las últimas décadas hemos ido delegando un poder creciente en las instituciones centrales de la Unión Europea, sin preocuparnos de que esa transferencia se hiciera con las mismas garantías de legitimidad que tenían los gobiernos nacionales. En Bruselas se ha ido haciendo fuerte una casta de “expertos” que no responde ante las urnas, sino ante un engendro organizativo en el que todo hay que negociarlo hasta el infinito y en el que sólo son capaces de abrirse paso los eurócratas, es decir el grupo de iniciados que conocen las complejas e ininteligibles reglas –llenas de excepciones- de una máquina infernal en la que se cambian mercancías por derechos y principios por puestos en los diversos comités técnicos.
A los ciudadanos de los diferentes países de la Unión les resulta imposible saber las consecuencias últimas de cada una de las decisiones que se toman, pues sólo trasciende una pequeña parte de las mismas y, desde luego, siempre la que les conviene a los eurócratas, ocultándoseles las contrapartidas que hay que pagar por ellas. Los que sí conocen perfectamente cómo funciona la maquinaria burocrática europea son la multitud de lobbies que se han instalado en el corazón de los centros de decisión de la UE.
El engranaje que se ha ido imponiendo en Bruselas cada vez se parece más al “estado corporativo” que es el elemento más esencial del fascismo:

“El proyecto político del fascismo es instaurar un corporativismo estatal totalitario y una economía dirigista, mientras su base intelectual plantea una sumisión de la razón a la voluntad y la acción, […] y una negación a ubicarse en el espectro político (izquierdas o derechas), lo que no impide que habitualmente la historiografía y la ciencia política sitúen al fascismo en la extrema derecha y le relacionen con la plutocracia, identificándolo algunas veces como un capitalismo de Estado, o bien lo identifique como una variante chovinista del socialismo de Estado”[6]

Esto que acaban ustedes de leer forma parte de la definición de fascismo que pueden ver en Wikipedia. El fascismo es, más allá de las formas que adquiera en cada momento, en esencia, el estado de las corporaciones. Esa ha sido su misión histórica. Y el engendro al que llamamos Unión Europea cada vez se parece más a eso. Llevamos varios años contemplando atónitos como los diferentes gobiernos que los ciudadanos europeos han ido eligiendo en sus respectivos países sacrifican los programas con los que se han presentado a las elecciones, y que han refrendado con su voto sus conciudadanos, en aras de incomprensibles reglas europeas que, cada vez más, se asemejan a la famosa “ley del embudo”, muy ancha por el lado de las corporaciones y de los bancos y muy estrecha por el de los ciudadanos.
En los últimos tiempos hemos ido comprobando como una extraña alianza entre prusianos, muchos de ellos educados en las autoritarias escuelas de la “comunista” antigua República Democrática Alemana, y agentes a sueldo de Goldman Sachs, la Trilateral y el Club Bilderbeg están imponiendo, de facto, una dinámica cada vez más totalitaria y discriminatoria en esta Europa que empieza a recordarnos a algunas experiencias imperiales del pasado. El mal llamado eje franco-alemán, cada vez más eje, más alemán y menos francés nos evoca de manera creciente a aquella triste Europa de 1940 en la que el “realismo” político se convirtió en pura y simple capitulación ante las fuerzas totalitarias.


[1] http://es.wikipedia.org/wiki/Mario_Monti (16/11/2011).
[2] http://www.elconfidencial.com/economia/2011/11/16/los-hombres-de-goldman-sachs-toman-las-riendas-de-europa-87844/
[3] Ibid.
[4] http://es.wikipedia.org/wiki/Goldman_Sachs (17/11/2011).
[5] http://es.wikipedia.org/wiki/Ant%C3%B3nio_de_Oliveira_Salazar (19/11/2011).
[6] http://es.wikipedia.org/wiki/Fascismo (20/11/2011).

No hay comentarios:

Publicar un comentario