en el ágora de la aldea,
para decidir que hacer
con lo que nos queda de tierra y de vida.
Pero otra vez han llegado
los que se llaman “elegidos”,
para robarnos lo poco
que aún no han podido llevarse.
Dicen que vienen del Monte Olimpo,
como mensajeros de los dioses;
que ese es su “destino manifiesto”
porque se han “hecho a sí mismos”;
que sus contradictorias consignas
son el oráculo de Delfos.
Dicen que les protegen dos océanos
porque así lo quiso Zeus Tonante,
que fue quien los eligió para la gloria
y los elevó por encima del resto de los mortales.
Hoy hablan en el nombre de Apolo
y mañana en el de Aristóteles,
pero su retórica vana no tiene nada de sabia ni de divina,
sino de avaricia y de soberbia.
Con su lenguaje blasfemo
y su fanática mente,
van destilando su ira,
avasallando pueblos
y destruyendo el planeta.
Se han apropiado de la divinidad
y nos la “traducen” al resto que,
no sabemos por qué extraña razón,
hemos sido capaces de sobrevivir
hasta ahora sin su ayuda.
Pero esa anomalía se resolverá muy pronto,
según afirman los expertos,
que ya tienen a punto el nuevo mundo
en el que sobramos las tres cuartas partes de la humanidad.
Mira por donde parece
que les va a ayudar el cambio climático,
cuya existencia viene a demostrar
que hay demasiada gente sobre la Tierra.
¡Dicen que sobra gente!
No sobran coches, ni aviones,
ni piscinas unifamiliares, ni campos de golf, no.
¡lo que sobran son personas!
No sobra orgullo, ni egoísmos,
Ni tiburones al estilo de Wall Street, no.
¡sino personas!
¿Pero quienes se han creído que son?
¿Cómo se atreven a decidir sobre la vida del prójimo?
¿Cómo osan opinar sobre quien merece vivir y quién no?
¿Cómo se atreven a juzgar que vida es digna de ser vivida y cual no?
Presento una proposición: La aldea para los aldeanos.
Los expertos que esperen fuera.
Cuando necesitemos de su asesoramiento se les consultará
de manera específica y concreta.
Y si no les gusta su función pues ya conocen el camino.
Sin su asesoramiento tal vez volvamos a los tiempos primitivos
-algo terrible según ellos- pero, aunque parezca increíble,
entonces ¡¡sobrevivíamos!!, exactamente igual que ahora.
“Si –objetan-, pero había hambrunas y epidemias”.
Claro, igual que ahora.
Antes teníamos las sequías y ahora tenemos las “subprimes”.
Antes nos mataban la peste y la viruela,
ahora la contaminación y la radioactividad que liberan
sus “seguras” centrales nucleares.
Mañana nos matarán sus organismos biológicos genéticamente modificados,
si es que no lo están haciendo ya.
¿Qué cree que será peor, nuestra primitiva vida de antaño
o sus “seguras” manipulaciones tecnológicas de ahora?
Antes, al menos, sabíamos a qué atenernos.
Ahora, sencillamente, lo ignoramos todo.
Dicen que se nos informa puntualmente:
¿Hay alguien que se lo crea?
¿Queda alguien, en algún remoto rincón, que aún no haya escarmentado?
Sí, compañeros de aldea,
decidamos sobre nuestra vida los que vamos a sufrir las consecuencias.
Los del Olimpo que se vuelvan a su monte
Y allí decidan lo que van a hacer con él,
porque si tardan tal vez lo terminemos, también,
decidiendo nosotros.
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