“En España, la marca que dejó la guerrilla fue muy
importante, pero con el anuncio del fin de la guerra pareció borrarse, como si
nunca hubiera ocurrido. Lo cierto es que no sólo sucedió, sino que su legado
comenzó a despertar con más fuerza que nunca, aunque fuera de nuestras
fronteras.”
Alfonso
López García[1]
El Ejército Popular
En
la Guerra Civil española no sólo combatieron ejércitos regulares. La presencia
de milicianos en buena parte de sus escenarios bélicos es un dato histórico
incuestionable. El ejército republicano se tuvo que reinventar desde los
primeros momentos del conflicto. La intervención de los civiles fue decisiva
desde el mismo 18 de julio y sirvió para abortar la rebelión militar en muchos
lugares de nuestra geografía. Los sindicatos reclutaron combatientes entre sus
afiliados y simpatizantes que suplieron el importante déficit de militares
leales a la República. También lo harán diversos partidos de izquierdas como el
PCE o el POUM.
Durante
el otoño de 1936 el gobierno de Largo
Caballero, ante la heterogénea composición de las fuerzas armadas que
estaban cubriendo los diferentes frentes de guerra, aborda una reorganización
completa de las mismas:
"A
fines de septiembre, el día 30, y en los primeros días de octubre, se dio un
paso trascendental: la militarización de las milicias, es decir su conversión en fuerzas sujetas al Código de Justicia Militar.
Ese sería el comienzo de la creación de un nuevo Ejército Popular cuya base
estaría constituida por la gran unidad tipo Brigada Mixta, de unos seis mil
hombres, la creación de las seis primeras se ordena el 10 de octubre. Los
primeros grandes desembarcos de material de guerra ruso tienen lugar en la
segunda mitad de octubre en puertos mediterráneos.
El
Partido Comunista participó en este nuevo esfuerzo militar con la creación de
algo que fue mucho más que una unidad militar, el Quinto Regimiento de Milicias
Populares, en Madrid, que fue, de hecho, centro de reclutamiento, escuela de guerra,
creador de unidades, vivero de mandos y núcleo de la influencia comunista en el
nuevo ejército. Su comisario jefe fue el comunista italiano Vittorio Vidali,
conocido como comandante
Carlos Contreras.”[2]
De
esta manera se integrarán los miles de voluntarios que acudieron a defender la República
en las estructuras militares de la misma y recibirán el adiestramiento y el
armamento mínimo imprescindible para poder desempeñar las tareas que se les
fueron asignando. A este nuevo Ejército Popular
se incorporaron también los voluntarios extranjeros que formaron parte de las Brigadas Internacionales y será el que
asuma el papel fundamental en la lucha contra las fuerzas que mandaba Franco.
La resistencia urbana en la zona
nacional durante los primeros días de la Guerra
Las
fuerzas obreras y republicanas que quedaron atrapadas en la zona nacional
opusieron resistencia al alzamiento en muchos lugares de nuestro país. En
Galicia hubo combates en la ciudad de La
Coruña hasta el día 22 de julio. En Vigo
unas milicias improvisadas defendieron el Ayuntamiento frente a los militares
hasta que fueron aplastados. En El Ferrol
la resistencia la opuso la marinería de la Base Naval, dirigida por el contralmirante Azarola, jefe de la
misma. Se rindieron el 21 de julio. Azarola
fue fusilado.
En
Zaragoza estalló una huelga general
el 20 de julio y hubo resistencia armada hasta el 24, cuando los sublevados
reciben refuerzos desde Navarra. También opusieron resistencia en Jaca un grupo de guardias civiles leales
a la República, mandados por el alcalde de la ciudad, que murió en combate.
En
Salamanca se combatió en la Plaza Mayor.
En Cádiz se levantaron barricadas en
el centro de la ciudad. La resistencia estuvo dirigida por el gobernador civil,
Mariano Zapico Menéndez, que se rindió
el día 19 cuando desembarcó un tabor de regulares que llegaron en el destructor
Churruca y en el mercante Ciudad de Algeciras. También hubo
combates en la Base Naval de San Fernando
y en La Línea de la Concepción. En Granada:
“Los
obreros y fieles a la República organizaron la resistencia en el Barrio del
Albaicín, logrando resistir durante varios días los ataques de los rebeldes.
Los sublevados tienen que usar la artillería para controlar el barrio, que
resiste hasta el jueves 23 de julio. Se inicia entonces una fuerte represión en
la ciudad de Granada y en sus alrededores.”[3]
“Numerosos
recintos fueron habilitados como improvisados centros de detención. A las
afueras de la ciudad se estableció un campo de concentración, mientras que la
Comisaría de policía y el Gobierno Civil pronto se vieron abarrotados de
detenidos[4]. La
cárcel de Granada, que tenía capacidad para unas 400 personas, vio masificadas
sus instalaciones con más de 2000 personas encarceladas[5].
Muchos de los detenidos eran llevados al cementerio y fusilados allí mismo, la
mayoría de ellos sin formación previa de causa. El mes que más fusilados hubo
fue en agosto de 1936, con 572 ejecutados[6].
Durante toda la contienda serían fusiladas unas 5000 personas”[7].[8]
Pero
la resistencia más dura y sangrienta de todas fue la de la ciudad de Sevilla, sede de la II División Orgánica,
que tenía jurisdicción sobre toda Andalucía, donde había acuartelados unos 4.000
soldados, que en su mayoría se decantaron por el bando nacional desde las
primeras horas de la tarde del 18 de julio y fueron apoyados por la guardia
civil de la ciudad. La gran excepción fue la Base Aérea de Tablada, que se mantuvo fiel a la República, junto
con la guardia de asalto.
“Un
número desconocido de milicianos de izquierda levantó barricadas en los barrios
populares de Triana, la Macarena y San Bernardo y se dispuso a resistir con
armas ligeras. Desde la provincia de Huelva el Gobierno envió refuerzos: unos
120 guardias civiles y de asalto y una columna de mineros con dinamita[9]. Sin
embargo el jefe de los guardias se pasó a los sublevados y el 19 por la mañana
tendió una emboscada a los mineros, a los que aniquiló en la Pañoleta[10].
Por su parte los sublevados sí que recibieron refuerzos: tropas de la Legión y
de Regulares llegadas por tierra y por aire[11].
El
día 20 los militares golpistas lanzaron ataques contra Triana y contra la plaza
de San Marcos, que fueron ambos repelidos. Al día siguiente una nueva ofensiva
sobre Triana, con más tropas y más organizada, acabó con la resistencia del barrio.
El día 22 los golpistas asaltaron y tomaron la Macarena y los restantes barrios
controlados por las milicias de izquierda. Durante estos combates los
sublevados fusilaron a todo resistente o sospechoso de serlo, muriendo un
número desconocido de combatientes y de civiles. En los meses siguientes
continuaron los fusilamientos; se estima que fueron ejecutadas entre 3000 y
6000 personas”[12].
…
“El
22 de julio por la tarde fuerzas sublevadas de caballería, regulares y
voluntarios derechistas atacaron y tomaron el barrio de San Bernardo, último
reducto frentepopulista en la ciudad de Sevilla. Hicieron cientos de
prisioneros[13].
Ese mismo día también se apoderaron de Carmona, último obstáculo en la ruta
entre Córdoba y Sevilla, así como El Arahal”[14].
…
“Al
tenerse noticia en Madrid de los combates en el centro de Sevilla, el director
general de la Guardia Civil, general Pozas, ordenó que se enviasen desde la
provincia de Huelva refuerzos para ayudar a sofocar el intento de golpe de
estado[15]. Se
constituyó así una agrupación de combatientes voluntarios en las cuencas
mineras de la provincia de Huelva para transportar dinamita a Sevilla. El plan
era que los mineros se uniesen en La Palma del Condado a un grupo de guardias
civiles y de asalto enviados desde Huelva capital para entrar juntos en la
capital hispalense. Sin embargo el comandante de estos guardias traicionó a sus
mandos, se pasó a los sublevados y el 19 de julio por la mañana tendió una
emboscada a la columna minera en La Pañoleta, a las afueras de Sevilla[16].
Los guardias ametrallaron a los mineros, haciendo estallar la dinamita.
Murieron 25 mineros y 71 fueron hechos prisioneros. Algunos camiones pudieron
dar media vuelta y huir mientras el resto de la columna se desbandó a pie[17].
Los capturados serían más tarde condenados a muerte y fusilados, excepto uno
que se salvó por ser menor de edad”[18].
…
“El
ejército y las milicias derechistas fusilaron a varios miles de personas en
Sevilla y su provincia durante la sublevación y los meses siguientes. La cifra
exacta es desconocida porque la gran mayoría de los fusilados no fueron
inscritos en el registro civil de fallecimientos[19]. La
estimación más baja publicada es la del general franquista Ramón Salas
Larrazábal, que la limita a 2.417 ejecutados en toda la provincia. El
exgobernador Varela calculó unos 6.000 muertos mientras que Antonio Bahamonde,
exdelegado de prensa de Queipo de Llano, escribió que fueron 20.000 solo en
Sevilla capital. Se ha comprobado que entre julio de 1936 y febrero de 1937
fueron arrojados a la fosa común del cementerio de la ciudad 3.028 cadáveres
anónimos, probablemente todos muertos a manos de los sublevados. Entre ellos
deben encontrarse los restos del alcalde de la ciudad, Horacio Hermoso, y los
del presidente de la Diputación Provincial, José Manuel de Puelles, ambos
fusilados[20].
La
violencia desatada por los golpistas tuvo varias fases. Durante la sublevación
fueron fusilando sobre la marcha a todo combatiente enemigo capturado y
arrestando a muchas otras personas. La ciudad se llenó de cárceles improvisadas
en las que se agolpaban miles de sevillanos. Los arrestos, torturas y
fusilamientos eran llevados a cabo por organizaciones diversas (falangistas,
carlistas, militares, etc.) y sin ningún procedimiento judicial”[21].[22]
Los huidos de la zona nacional
Millones
de personas, militantes, simpatizantes o simples votantes de los partidos o
sindicatos republicanos quedaron situados, desde el primer momento de la
Guerra, en la zona nacional y tuvieron que sufrir la dura represión que los
sublevados emplearon contra ellos y que hemos descrito en artículos anteriores.
Los fusilamientos indiscriminados de “rojos” fueron masivos en algunos lugares.
El caso más paradigmático de todos fue, indudablemente, la ciudad de Badajoz, donde se fusiló, en sólo dos días, al 10% de su población total. La
brutalidad empleada por el nuevo régimen causó estupor incluso entre algunos de
sus aliados. Algunos testimonios de ese genocidio proceden de… ¡la prensa portuguesa! es decir, de los
periodistas de un país que apoyó a los sublevados desde el primer momento.
En
el artículo anterior nos ocupamos de la represión. Hoy nos centraremos en la
resistencia frente a la misma. Muchas personas que sabían que irían a por ellos
decidieron huir antes de que los capturaran. La casuística fue infinita, dado
el carácter masivo de las detenciones y las ejecuciones que tuvieron lugar por
toda la geografía de la España que había quedado en la zona nacional. La mayor
parte de los huidos intentaron llegar a la zona republicana o a algún país
fronterizo, Francia o Portugal. Otros simplemente se escondieron en lugares que
consideraban seguros, esperando ganar tiempo para poder evitar, de alguna
manera, lo que les esperaba.
Pero
hubo un tercer grupo de personas que se “echó
al monte” y que desde allí intentaron organizarse mínimamente, muchos de
ellos para, simplemente, sobrevivir, pero otros con la intención de sabotear el
avance del ejército nacional o las infraestructuras que utilizaba.
El
núcleo más numeroso de huidos que se formó durante la Guerra estuvo en el
límite entre León y Galicia. Se formó durante los primeros meses:
“Se
movían en el área comprendida entre Ponferrada (provincia de León), Puebla de
Sanabria (provincia de Zamora) y Viana del Bollo (provincia de Orense),
teniendo su «santuario» en la parroquia de Casaio (en el término municipal de
Carballeda de Valdeorras), en la sierra del Eje, limítrofe entre las provincias
de León y de Orense, y extendiendo sus bases a la vecinas sierra de Cabrera y
sierra Segundera. Estos grupos organizaron una red de evasión a Portugal
gracias a la colaboración del alcalde de la localidad fronteriza portuguesa de
Pinheiro Novo. Tras la caída del frente norte en octubre de 1937 su número se
incrementó con la llegada de soldados republicanos procedentes de Asturias[23].
Los líderes más conocidos fueron Girón, pronto convertido en una figura
legendaria, Serafín Fernández, Ramón Santeiro y David Fuentes Álvarez, ´Velasco´.”[24]
Durante
la Guerra hubo tres focos de resistencia guerrillera en Andalucía: la Sierra de Huelva y zonas cercanas (una
de sus partidas, la del “Zorro”, actuó en el municipio de Niebla, bastante
alejado de la sierra), los del Norte de
Córdoba (Peñarroya, Villafranca y los Pedroches), y el foco guerrillero de Nerja, que actuaba desde Málaga hasta
Motril.
En
el resto del territorio nacional la mayor parte de los huidos alcanzaron las líneas
republicanas o las fronteras exteriores del país.
Las bases de apoyo de la guerrilla
La
resistencia en la zona nacional no sólo estuvo circunscrita a los guerrilleros.
Para que éstos pudieran sobrevivir era necesaria la colaboración de muchos
vecinos que seguían viviendo en sus domicilios respectivos y que les dieron su
apoyo de manera clandestina, asegurando una infraestructura mínima de
logística, comunicación e información. Buena parte de estas personas tenían
relación de parentesco con los huidos, lo que los convirtió en objetivos
prioritarios de la represión franquista, pero eran muchos más que los que
actuaban en los montes. La redes clandestinas de apoyo a la resistencia
proliferaron en todas las zonas donde ésta existió, y serán los que sufran de
manera más intensa la persecución de las fuerzas represivas:
“Para
el sostenimiento de la actividad guerrillera resultó fundamental el apoyo de
sectores de la población civil, conocidos como enlaces. Se utilizaron otras
denominaciones como guerrilleros del llano o milicias pasivas. Proporcionaron a
los grupos armados alimento y cobijo cuando era necesario, pero también
información. También desempeñaron funciones de correos u otros encargos para
las partidas.
Los
enlaces estaban mucho más expuestos que los maquis a la actividad represiva de
las fuerzas del orden. Conformaron una cantera de combatientes, puesto que en
caso de ser descubiertos, el único camino para evitar la detención consistió en
echarse al monte. Es por ello que en el comienzo de los años 50, cuando la
actividad guerrillera ya daba sus últimos coletazos, todavía siguen
incorporándose hombres y mujeres a las partidas.
El
número de enlaces fue mucho mayor que el de combatientes. Durante los años de
actividad guerrillera en España, fueron detenidas 20.000 personas por colaborar
con el maquis[25].
El pintor palentino Ambrosio Ortega fue la persona que más años pasó en prisión
durante el franquismo por su actividad como enlace, al permanecer en distintas
cárceles entre 1947 y 1970[26].[27]
Los saboteadores
“Un
obús había tocado el edificio, pero no había estallado. Había pasado a través
de las viejas gruesas paredes y se había tumbado a descansar a través del
umbral del dormitorio de los guardias. […] Los guardias transportaron el enorme
proyectil, ahora inofensivo, al patio. Alguien tradujo la tira de papel que se
había encontrado en el hueco entre la espoleta y el corazón de la bomba. Decía
en alemán: «Camaradas: no temáis. Los obuses que yo cargo no explotan. Un
trabajador alemán». Se abrieron de par en par las grandes puertas de hierro y
sobre una mesa colocamos el obús, para que todos lo vieran. Vinieron miles a
contemplar el obús y la tira de papel escrita en caracteres góticos.”[28]
Esta
cita pertenece a la obra “La forja de un rebelde”, de Arturo Barea. Hay quien sostiene que ese hecho concreto al que Barea
hace referencia en su libro es pura ficción. Se trata de una bomba que no
explotó en el Palacio de Santa Cruz de
Madrid, sede entonces del Ministerio
de Estado, y hoy del de Asuntos Exteriores.
Barea era, en noviembre de 1936 cuando se supone que ocurrió el suceso, un alto
funcionario a las órdenes del gobierno republicano.
Si
bien este hecho literario no ha podido ser adecuadamente contrastado, hay otros
muchos que sí lo han sido y en los que podría haberse perfectamente inspirado.
Unos proceden de la prensa y otros de documentos que obran en diferentes
archivos del régimen franquista.
Durante
el ataque de los nacionales a la Ciudad Universitaria
de Madrid, entre el 16 y el 23 de noviembre de 1936, en otro obús sin estallar
se encontró esta nota:
“Compañero:
Estoy aquí a la fuerza, pero mi corazón está con vosotros. En mi pueblo me
obligaron a unirme a los fascistas con la amenaza de fusilarme si no lo hacía.
En el servicio militar fui artillero y me han destinado a una de las baterías
que tiran contra vosotros. Aunque me descubran y me maten, mis obuses no estallarán.
En cuanto pueda me escaparé para unirme a vosotros. ¡Viva la República! ¡Salud!”.[29]
Un
espía de los nacionales, en Barcelona, pasó el siguiente informe a sus
superiores el 25 de octubre de 1937:
“En uno de los últimos bombardeos de Barcelona, en que se atacó la barriada de la Barceloneta, dejaron de estallar unas catorce bombas, que llevaban una moneda de diez céntimos entre el percutor y el fulminante.”[30]
Otro
informe del 9 de mayo de 1938, procedente de un agente en Madrid, dice:
“Los
rojos han hecho un estudio de los proyectiles recogidos que no han explotado y
de su examen se desprende que en su fabricación hay un sabotaje claro. Este
estudio fue hecho al día siguiente del bombardeo intenso sobre Madrid (día de
la toma de Lérida), y la cantidad de proyectiles sin explotar fue muy grande.
Además de poder fijar el porcentaje de los que no explotaron, se pudieron
apreciar los diferentes defectos de los obuses, como falta de taladro del
fulminante; trozos de periódico en la espoleta para evitar el contacto con el
fulminante; los agujeros que comunican de la espoleta al obús cambiados… además
de defectos generales en la fabricación de la espoleta.”[31]
Estas
citas y otras muchas que no podemos recoger aquí, pero que pueden ver en el
libro de Antonio López García, “Saboteadores y Guerrilleros. La pesadilla de
Franco en la Guerra Civil”, nos pueden dar una idea de la tesitura en la
que tuvieron que verse muchos republicanos de corazón que, sin embargo, les
cogió la Guerra en la zona nacional. Nos consta la seria preocupación de los
dirigentes franquistas, para los cuales todo el mundo era sospechoso mientras
no se demostrará lo contrario. Sabían que buena parte de la población de las
áreas geográficas que ellos controlaban eran republicanos en su fuero interno,
aunque no se atrevieran a manifestarlo. Por eso apostaron fuerte por la
política de terror que practicaron desde el primer momento de la sublevación y
que ya vimos explicitada en las instrucciones
reservadas de Mola en una fecha tan temprana como el 25 de abril de 1936[32].
Como
consecuencia de los diversos informes de inteligencia que estaban recibiendo,
los nacionales iniciaron diversas investigaciones para intentar identificar a
los autores de todos los sabotajes de los que fueron teniendo noticia. Una de
las fábricas de municiones más importante de la España nacional era la de El Fargue, de Granada. “Hay quien respalda
la teoría de que la sublevación se produjo en Granada a causa de esa fábrica”[33].
Está acreditado que buena parte del material que salió de allí había sido
neutralizado por muchos trabajadores de la misma. La represión no tardó en
producirse:
“Según
sostiene Domingo González Arroyo, la represión fue brutal y, en el mejor de los
casos, ciento setenta trabajadores (la cifra podría ascender a cuatrocientos cincuenta)
fueron fusilados y enterrados en las fosas del barranco de Víznar.”[34]
El XIV Cuerpo de Ejército
El
gobierno de la República sabía que buena parte de la población que vivía en la
zona nacional era republicana, y desde el primer momento de la Guerra actuó en
consecuencia. Las ondas hertzianas de las emisoras de radio no conocían
fronteras ni sabían dónde estaba la línea del frente. En ambos bandos se escuchaban
las emisoras de los dos lados, y la gente conocía perfectamente el argumentario
que cada cual usaba y las noticias que circulaban en ambos lados de la línea
del frente.
También
hubo en muchos lugares bombardeos… de
octavillas, a través de los cuales se esperaba alimentar la resistencia en
territorio enemigo.
“Al
mismo tiempo que estas pequeñas células desestructuradas y meramente defensivas,
ubicadas en zonas controladas por el Ejército nacional, comenzaba a nacer una
organización algo más ordenada -formada por voluntarios, huidos, desertores,
campesinos reconvertidos…-, pero ya en zona republicana. Ellos fueron
verdaderamente los primeros guerrilleros de la Guerra Civil en cuanto a hostigamiento
real, ya que, a pesar de su débil y básica estructura inicial, pasaron a la
acción desde el primer momento y, además, contaban con la ventaja de tener sus
bases en zona segura.
La
acción consistía, ni más ni menos, en arriesgar sus vidas pasando a la zona
enemiga, donde permanecían horas o días, causar el mayor daño posible en acciones
exprés de guerra de guerrillas y regresar a la zona republicana. La noche era
su aliada más preciada.
Esta
actitud guerrillera tan beligerante desde la misma sublevación obedecía más al
deseo de ofrecer batalla al enemigo por su cuenta y riesgo que a una estrategia
ofensiva planificada. Pese a esa precariedad estratégica, en este estado
embrionario comenzaron a realizarse en la zona sublevada sabotajes espontáneos
de cierta envergadura, como voladuras de trenes, puentes, presas, acciones de agitación
local, reparto de propaganda subversiva, robo de material o de ganado, cortes
de comunicaciones e incluso asaltos y asesinatos en diversas zonas de la
geografía española donde el levantamiento militar se había consolidado.”[35]
Ya
hablamos otro día del grupo “Libertador”,
fundado por Francisco Ponzán[36],
que no sólo se mantuvo hasta el final de la Guerra, sino que después pasó a Francia
y terminó montando la red de evasión más importante de la Segunda Guerra Mundial,
que actuaba en Francia, España, Portugal y Gibraltar y acabó colaborando con
los servicios secretos británicos, franceses y norteamericanos.
Pronto
el gobierno republicano tomó conciencia de la labor que estaban desempeñando
los guerrilleros y decidió integrarlos en el esfuerzo bélico del Ejército Popular,
para que actuara de manera coordinada con él, y creó el Batallón de Guerrilleros.
“El
17 de abril de 1937 se dio un paso más en la organización y puesta en valor de
la labor de estos comandos republicanos durante la Guerra Civil española. De
nuevo fue Francisco Largo Caballero quien ordenó a la Sección de Información
del Estado Mayor del Ministerio de Guerra que se constituyese el «Batallón de Guerrilleros».”[37]
Cuando
Largo Caballero fue reemplazado por Juan Negrín en la Presidencia del Gobierno,
esta unidad fue reestructurada, se crearon nuevas compañías e, incluso, un
batallón “alpino”. Un día antes de que los republicanos lanzaran la ofensiva
sobre Teruel
“…
un grupo de guerrilleros, formado por seis españoles, dos finlandeses y dos estadounidenses,
consiguió penetrar en zona rebelde para volar el puente que unía Teruel con
Albarracín. Esta acción exitosa, preludio de la sangrienta batalla de Teruel,
probablemente fue la que inspiró a Hemingway en su famosa novela Por quién doblan
las campanas.[38]”[39]
El
12 de diciembre de 1937 el Jefe del Estado Mayor del ejército republicano mandó
las siguientes instrucciones cifradas a sus mandos subordinados:
“Para
ciertos efectos de contraespionaje y propaganda, en lo sucesivo las unidades de
guerrilleros se denominarán, hasta nueva orden, Catorce Cuerpo de Ejército.”[40]
Los
republicanos emulaban así otra decisión semejante tomada en la Guerra de la Independencia (1808-1814) cuando
los guerrilleros al mando de Mendizábal
pasaron a llamarse VII Cuerpo de Ejército.
Con la notable diferencia de que el que acababan de crear formó parte desde el
primer momento del organigrama oficial del Ejército, lo que nunca ocurrió con
el de Mendizábal. Este telegrama
“…
lo cambió todo. Se trataba de la primera vez que aparecía una unidad de
guerrilleros ligada a un cuerpo de ejército con participación en la estrategia
global y con dependencia orgánica, táctica y administrativa”[41]
Previamente
se había creado una escuela de formación de guerrilleros en Benimamet (Valencia). Se diseñó un curso
estándar de 116 horas lectivas con el siguiente programa:
1.
Enseñanza de los
aparatos (44 horas)
2.
Armamento y su manejo
(20 horas)
3.
Topografía (26
horas)
4.
Preparación
táctica (20 horas)
5.
Enseñanza de
materiales explosivos y partes de que se componen.[42]
A
partir de entonces el XIV Cuerpo de Ejército empezó a actuar siguiendo órdenes
de sus superiores, lo que dio mucho más coherencia a sus actuaciones, y éstas
se integraron dentro de un plan más global, que se coordinaba con el ejército
regular.
“Las
misiones no podían rebasar los 50 kilómetros de profundidad en territorio
hostil y los objetivos volvieron a quedar reflejados por escrito:
a)
Interrumpir la
circulación ferroviaria mediante voladura de trenes, puentes, túneles, carriles,
etcétera.
b)
Interrumpir la
circulación en las carreteras y caminos por medio de voladuras de automóviles y
puentes.
c)
Destrucción de
objetivos militares y aniquilamiento de guardias enemigas.
d)
Interrupción de
las comunicaciones telefónicas y telegráficas.
e)
Recoger toda
clase de información de la zona rebelde.”[43]
Al
mando de las fuerzas guerrilleras al servicio de la República siempre estuvo Domingo Ungría, y éste llegó a tener más
de 9.000 hombres bajo su mando, “una
apuesta por la guerrilla como pieza fundamental en la desestabilización del
enemigo”[44]. Entre
sus filas había un alto porcentaje de extranjeros procedentes de las Brigadas
Internacionales (rusos, yugoslavos, norteamericanos…). Esto tendrá
consecuencias históricas importantes a partir del estallido de la Segunda Guerra Mundial, como veremos más
adelante. Podemos citar al soviético Khadzi-Umar
Mansurov (alias Santi), la
dinamitera rusa Elisaveta Parshina (Josefa Pérez Herrera, que llegó a
nuestro país como traductora del Estado Mayor de la aviación y acabó en un
destacamento nocturno de reconocimiento y sabotaje), y los norteamericanos Milton Wolff (Lobo), William Aalto, Irving Goff, etc.
“Si
creemos los datos que ofrece Stárinov, desde octubre de 1936 hasta septiembre
de 1937, la unidad de Domingo Ungría realizó doscientas treinta y nueve
operaciones de sabotaje, diecisiete emboscadas y seis incursiones, con ochenta
y siete trenes descarrilados, ciento doce vehículos destruidos y dos mil
trescientas bajas enemigas entre muertos y heridos. Por su parte, sólo catorce
guerrilleros resultaron muertos, un dato que no solo cuesta acreditar, sino tomar
como válido. Es evidente que hubo muchas bajas, pero era difícil cuantificar
durante una huida cuántos enemigos habían caído, por lo que lo habitual era engrosar
la lista al alza.”[45]
Aunque
este informe estaba seguramente bastante inflado, hace referencia a un periodo
anterior a la creación del XIV Cuerpo de Ejército. Sabemos que la efectividad
de las fuerzas guerrilleras dio un salto, tanto cuantitativo como cualitativo
en 1938, que vino parcialmente a compensar las derrotas que estaba sufriendo el
ejército regular. La creciente apuesta del gobierno republicano por la
guerrilla fue una consecuencia de los éxitos que éstas estaban cosechando sobre
el terreno.
“Un
grupo de sesenta hombres, con comandancia ubicada en Castuera, había volado veintiún
trenes en Talavera, Mérida, Cáceres, Córdoba y Zafra. En seis de esos trenes iban
soldados. Además, según este informe, «el 17 de febrero se hizo saltar un tren
en la línea Mérida-Cáceres, compuesto de 22 vagones con moros. El tren fue
destruido completamente.
Tampoco
se libraron los soldados italianos de la actividad saboteadora guerrillera, ya
que el 28 de febrero se explosionó un tren cargado de soldados. Además, cortaron
las comunicaciones telefónicas, hicieron prisioneros a veinticinco enemigos y se
incautaron de seis coches.”[46]
Estos
son algunos ejemplos de acciones guerrilleras que consiguieron sembrar el
pánico en buena parte de la zona nacional. Franco “publicó un bando ofreciendo una gratificación de mil pesetas al que
lograse apresar, vivo o muerto, a cualquier persona que se encontrara
realizando un acto de sabotaje”[47]
El asalto al fuerte de Carchuna y sus
consecuencias
En
Carchuna (Motril) los nacionales tenían un recinto fortificado donde estaban
presos 300 soldados republicanos, capturados en Asturias cuando cayó el Frente Norte.
“Allí realizaban trabajos de
fortificación, de construcción de carreteras e incluso de un aeródromo militar
en la zona.”[48]
Cuatro
tenientes consiguieron fugarse el 19 de mayo de 1938 y alcanzaron las líneas
republicanas. El 23 volvieron con 31 guerrilleros más. Cortaron el hilo
telefónico para dejarlos incomunicados y asaltaron después el fuerte, en una
operación silenciosa y cronometrada en la que mataron a cuatro vigilantes y
liberaron a los 300 prisioneros, que se reincorporaron después al Ejército
Republicano. Sufrieron dos bajas en un tiroteo con fuerzas de la Guardia Civil.
Esta acción tendrá después repercusiones tanto en España como en el extranjero.
En
España, después de otros sabotajes, cada vez más audaces, efectuados en la zona
nacional, obligaron a Franco a permitir algo que muchos de sus colaboradores
estaban pidiendo: crear una
contraguerrilla. El 20 de octubre de 1938 se fundaron los “Grupos C”, con una dotación de 150
hombres, que recibirían una recompensa extra “por cada guerrillero capturado, con o sin vida”.
“Franco
quiso dejar claras las misiones de estos hombres, que consistirían en sabotajes
y atentados previamente fijados o diseñados por los jefes de cada sector. Para
que nada se escapase del organigrama militar, una vez realizado el estudio
previo al ataque, sería un oficial el que se encargaría directamente de mandar
la expedición.”[49]
La
persona que fue puesta al mando de los “grupos
C” se llamaba, curiosamente, José
Ungría. Su raro apellido coincidía con el del que mandaba a los
guerrilleros republicanos. En cualquier caso los “grupos C” eran
cuantitativamente insignificantes en comparación con sus adversarios y llegaban
ya demasiado tarde a la lucha. A finales de octubre de 1938 la guerra ya estaba
prácticamente decidida.
Escuela mundial de guerrilleros
Dicen
que en España se inventó la guerra de
guerrillas, pero la mayoría de los que afirman esto suelen referirse a la Guerra de la Independencia contra las
fuerzas napoleónicas. En realidad las guerrillas son tan viejas como el mundo.
Es lo que les queda a los que no tienen capacidad para poder enfrentarse a un
enemigo mucho más poderoso y mejor organizado. La resistencia dispersa y
clandestina es lo único que se puede hacer cuando la superioridad de tu
adversario es abrumadora.
Durante
la Guerra de la Independencia es cuando los teóricos militares del siglo de las
luces tomaron conciencia de la importancia estratégica que tiene el obligar a
tu adversario a distraer efectivos y recursos que necesita en su frente principal,
para atender la multitud de frentes pequeños y dispersos que crean los guerrilleros.
La guerrilla eleva extraordinariamente los costes de una ocupación militar, lo
que termina teniendo consecuencias si se mantiene esa lucha de baja intensidad
durante suficiente tiempo. Pero los déspotas ilustrados se enteraron de esto,
que es bastante viejo, en España, entre 1808 y 1814.
Sin
embargo, aunque esta forma de combatir pasó a los textos militares a partir de
entonces, lo hizo a un nivel bastante teórico, demasiado filosófico como para
que la experiencia fuera exportable a países que carecían de la tradición
insurreccional armada de nuestro país o de sus características orográficas y
ecológicas.
El
XIV Cuerpo de Ejército republicano, sin embargo, sistematizó esa experiencia,
preparó manuales, creó una escuela, elevó la formación de los guerrilleros para
que pudieran desempeñar mucho mejor su función y los integró dentro de las
filas del Ejército Popular. Esto representa un salto cualitativo notable con
respecto a cualquier otra guerrilla anterior.
La
derrota republicana y el posterior exilio de buena parte de estos efectivos,
así como la presencia en ellos de muchos voluntarios extranjeros de las Brigadas
Internacionales, dispersó ese conocimiento por el mundo unos meses antes del
estallido de la Segunda Guerra Mundial. Los nazis se encontraron con
guerrilleros en Francia, en Italia, en Yugoslavia, en Grecia, en Rusia… guerrilleros
con experiencia de combate y con formación teórica, capaces de improvisar una
bomba con productos que se pueden comprar en cualquier droguería; guerrilleros
que sabían de táctica y de estrategia, acostumbrados a coordinarse con los
ejércitos regulares. Serán una pesadilla para Hitler.
Es
imposible entender el rápido surgimiento y desarrollo de la Resistencia Francesa
contra los nazis sin la presencia en territorio galo de miles de guerrilleros
españoles desde 1939. Francisco Ponzán, Vicente
López Tovar, Cristino García, Gabriel Pérez, Miguel Arcas… enseñaron a los
franceses a combatir de manera eficiente a las fuerzas de ocupación.
“Francia
constituyó un refugio para muchos de estos voluntarios, que en 1941 realizaron
alguna acción esporádica. Fue un año después cuando se refundó oficialmente el XIV
Cuerpo de Guerrilleros Españoles, bajo el mando directo del PCE, formado al
principio por unos quinientos hombres que realizaban acciones en la zona
oriental de los Pirineos.
El
nombre elegido, en homenaje al Cuerpo de Ejército que actuó durante la Guerra Civil,
estará integrado por los Franc-tireurs et partisans (FTP), fundados por el Partido
Comunista francés, y que, a su vez, estaban formados por miembros de la Organisation
spéciale (OS)[50]
y la Main-d´oeuvre Immigrée (MOI).”[51]
Las
fuerzas de Tito, en Yugoslavia, aprovecharon al máximo la experiencia de los
guerrilleros que acababan de regresar de España. No hay que olvidar que 1.500
voluntarios yugoslavos, en su mayoría comunistas, combatieron en España. George Delich quizá sea el más conocido
de ellos. También había muchos griegos.
Domingo Ungría, el máximo
dirigente del XIV Cuerpo de Ejército español, el fundador de la escuela de Benimamet, era comunista, y se exilió en
la Unión Soviética. Allí, como era de esperar, se encargó de entrenar a los
voluntarios, sobre todo en misiones de riesgo en paracaídas para adentrarse en
las líneas alemanas. Muchos españoles formaron parte de estas unidades.
“…
en julio de 1943, en Ucrania, donde un comando formado por veinte guerrilleros
recibió la orden de dinamitar un tren en el que viajaban varios oficiales
alemanes. La misión tuvo que retrasarse porque los españoles fueron
descubiertos por un perro vigía y se produjo un intercambio de disparos. Aun
así, al amanecer consiguieron infiltrarse en la estación y destruyeron el tren.
En la acción murió el guerrillero asturiano Antonio Blanco.”[52]
El
norteamericano Irving Goff, que
participó en la voladura del puente sobre
el río Albarracín, previa a la Batalla de Teruel y después en la liberación
del Fuerte de Carchuna (las dos
operaciones habían sido dirigidas por el también norteamericano William Aalto), tras volver a su país
acabó desempeñando allí tareas de inteligencia.
“En
1942 fue trasladado al norte de África, donde se encargó de entrenar a reclutas
españoles para operar detrás de las líneas alemanas. […] Tras la invasión aliada de Italia de 1943, fue
trasladado a Nápoles, donde mostró claramente la experiencia adquirida en
España como guerrillero. La OSS lo nombró oficial de enlace del Partido Comunista
de Italia, y los norteamericanos aprovecharon sus conocimientos para liderar
las guerrillas situadas detrás de las líneas alemanas en el norte de Italia.
Los programas de infiltración de Goff permitieron el lanzamiento en paracaídas
de treinta equipos de operadores de radio y meteorológicos en áreas controladas
por los nazis, que proporcionaron informes diarios para las fuerzas aéreas
aliadas.
Mientras
trabajó con los comunistas italianos, Goff creó la operación de inteligencia
más eficaz en el norte de Italia. «Teníamos guerrilleros operando en todas las
carreteras, en todos los ferrocarriles, en todos los convoyes alemanes.
Teníamos identificaciones, el material en cada automóvil, en cada carretera
reportada a través de la red de radios», recordaba.[53]”[54]
Vicent Lossowsky, también
norteamericano, peleó en Belchite y en Teruel
“En
mayo de 1943 comenzó a entrenar a agentes junto a Irving Goff en el Área A,
cerca de Argelia, donde estuvo hasta el mes de junio. Asimismo organizaron en
Marruecos una escuela especial para entrenar a treinta y cinco agentes españoles.
En septiembre de 1943 llegó a Italia, donde trabajó en labores de
contraespionaje y en interrogatorios de refugiados y desertores.
En
octubre organizó una escuela cerca de Nápoles, en Pozzuoli, donde entrenó a
sesenta agentes en combates de tipo guerrillero y en acciones de sabotaje en líneas
enemigas[55].
En noviembre y diciembre estuvo integrado en la 45 División con el objetivo de
infiltrar agentes italianos del OSS, entrenados por él mismo, cursando las
líneas enemigas para pasar información táctica.
Más
tarde, tras volver a pasar por Pozzuoli para organizar una escuela de
entrenamiento de paracaidistas, trabajó junto a Goff preparando a miembros del Ejército
en tareas de inteligencia y de equipo. Finalmente, regresó a Siena en septiembre
de 1944 para coordinar el trabajo de los agentes en misiones de inteligencia y
sabotaje.”[56]
Irving Goff, Vicent Lossowsky y varios miembros más del
antiguo Batallón Abraham Lincoln de
las Brigadas Internacionales que pusieron después su experiencia guerrillera,
aprendida en España durante la Guerra Civil, al servicio de los ejércitos
aliados en la Segunda Guerra Mundial, serán depurados después en los tiempos de
McCarthy por su simpatía hacia los comunistas. El haber combatido en España al
servicio de la República se convirtió en un estigma para la administración
norteamericana, una mancha en el currículum que había que borrar como de manera
subliminal podemos ver en algunos filmes de la época, por ejemplo en “Casablanca”. No obstante, sus
enseñanzas sí que fueron aprovechadas, ya que estos hombres adiestraron a
muchos compañeros durante la Guerra Mundial y sus conocimientos se incorporaron
al bagaje de la Sección de Operaciones Especiales
de la Oficina de Servicios Estratégicos
(OSS), que algún tiempo después se integró en la CIA.
Las
guerrillas de Hispanoamérica también recibieron una importante influencia republicana.
Aquí el nombre clave es Alberto Bayo,
que formó guerrilleros en Guatemala, la República Dominicana, Nicaragua y… ¡Cuba! Alberto Bayo, piloto militar de
profesión, participó en la Guerra del Rif
contra las fuerzas de Abd el-Krim, donde descubrió la extraordinaria
efectividad que puede llegar a alcanzar una guerrilla bien dirigida. En la Guerra
Civil mandó una expedición que reconquistó, en agosto de 1936, las islas de
Ibiza y Formentera para la República y desembarcó después en la de Mallorca,
donde se encontró con fuerzas invasoras italianas y tuvo que retirarse. Después
peleó en Brunete e hizo labores de contraespionaje en Francia. Tras la Guerra
se exilió en México. Allí contactó con él Fidel
Castro. Bayo adiestró al grupo conocido como “Los 82”, que partió el 22 de noviembre de 1955 en la embarcación Granma. Era el comienzo de la Revolución Cubana.[57]
“El
Che le consideró “su maestro”. El Che dijo que cuando conoció a Bayo y escuchó
sus enseñanzas, comenzó a creer en un triunfo que hasta entonces le había
parecido remoto. Hay que darse cuenta de que aquellos tipos, los muchachos que
unos meses después embarcaron en el Granma, eran 83 e iban a guerrear contra un
ejército regular de 70.000 soldados. Tal era el Ejército cubano al mando de
Batista. De modo que la influencia de Bayo sobre El Che debió ser enorme”.[58]
“Murió
[en
La Habana] el 4 de agosto de 1967 con el
grado de general del Ejército cubano”[59]
Como
podemos ver los guerrilleros republicanos dejaron un legado impresionante tras
de sí que ha transformado el mundo. Su huella la podemos ver hoy en decenas de
países de todos los continentes.
La guerrilla en la postguerra
Una
vez terminada la Guerra, la resistencia armada antifranquista continuó. Los
núcleos aislados que habían estado peleando en las montañas de León y de
Galicia, así como los focos andaluces, se mantuvieron. Pero, además,
aparecieron otros nuevos en los territorios que se habían mantenido leales a la
República. Surgiendo de esta manera las guerrillas pirenaicas, catalano-aragonesas,
levantinas, y las de las Sub-Meseta Sur.
En
la primavera de 1942 se constituyó oficialmente la Federación de Guerrillas de León-Galicia, que empezó a coordinar a
todos los grupos que actuaban en esta zona. Su congreso fundacional tuvo lugar
en los Montes de Ferradillo, cerca de
Ponferrada. Era muy plural desde el punto de vista ideológico, había
socialistas, anarquistas, comunistas y personas sin una filiación política
definida. Una de las reglas que adoptaron fue la de prohibir hacer
proselitismo, para poder mantener el equilibrio interno entre sus diversas
facciones. El 1 de abril de 1943 crearon su propio periódico, El Guerrillero, con una tirada de 300
ejemplares. En 1945 se convierte en la IV
Agrupación Guerrillera. Sus dirigentes más destacados fueron Manuel Girón, Marcelino de la Parra y Ramón
Rodríguez Varela.
Las
guerrillas andaluzas reciben el refuerzo, en 1939, de muchos antiguos soldados
republicanos. En 1940 organizan la huida masiva de presos en Hinojosa, y en las
cárceles de Peñarroya y Azuaga. Hay múltiples partidas: Villanueva, Pozoblanco, Cardeña, Hinojosa, Adamuz, Bujalance, Montoro, Serranía
de Ronda, Nerja…
En
1940 se funda la Agrupación Guerrillera
de Levante y Aragón, en la que la influencia del XIV Cuerpo de Ejército
republicano es más que evidente. Está muy bien organizada y se estructuran en diversos
sectores (Cuenca, Teruel, Valencia, Castellón, Tarragona). Crea un campamento de capacitación guerrillera
en la Muela Mediana (Sierra de
Albarracín) y escuelas en las que se enseñaba a muchos guerrilleros a leer y
escribir y cultura general. También editaban su propio periódico que se llamaba
(adivinen), El Guerrillero. El
campamento de Muela Mediana fue
asaltado por varios centenares de guardias civiles en diciembre de 1947, aunque
los guerrilleros pudieron evacuarlo a tiempo, sufriendo sólo dos bajas en la
refriega, y trasladándose después al “Morro del Gorrino”, en Salvacañete
(Cuenca).
La batalla del Valle de Arán
La
expresión “maquis” es francesa. Era
el nombre que le dieron en Francia a la Resistencia en las zonas rurales. Ya
vimos la importante presencia de españoles en ella. Tras la liberación del Sur
de Francia muchos maquis de origen
español decidieron volver a su país y continuar aquí la lucha contra el
fascismo.
“La
operación más espectacular del maquis español es la entrada en España de entre
4.000[60] y 7.000[61]
guerrilleros por el Valle de Arán y otras zonas del Pirineo, bien equipados y
con armamento pesado, el 19 de octubre de 1944, cuando la Wehrmacht ya había
sido desalojada del sur de Francia. Fue denominada Operación
Reconquista de España.
La
operación Reconquista de España fue planeada por el Estado Mayor de la AGE. Para
efectuar la invasión se creó la División 204ª, formada por 12 brigadas. Como
responsable militar de la misma se nombró a Vicente López Tovar.
El
objetivo de esta ofensiva era la conquista del sector de territorio español
comprendido entre los ríos Cinca y Segre y la frontera francesa. Posteriormente
se declararía la zona conquistada bajo el gobierno de la República, por
entonces en el exilio, para provocar un levantamiento general en toda España
contra Franco. Hipotéticamente, ello obligaría a intervenir a los aliados para
liberar España al igual que estaban liberando el resto de Europa.
El
ataque principal por el valle de Arán se vio complementado por operaciones de
distracción en otros valles pirenaicos durante las semanas previas, con objeto
de distraer fuerzas enemigas. Además debían evaluar la situación en el interior
y contactar con grupos de huidos. Los puntos más importantes de penetración a
lo largo de la cadena montañosa fueron Roncesvalles, Roncal, Hecho, Canfranc,
Arán, Andorra y Cerdaña, si bien hubo operaciones menores en otros puntos.
Las
ofensivas fueron repelidas por un gran número de efectivos que el gobierno de
Franco trasladó a la zona, compuesto por guardias civiles, policía armada y
batallones del ejército de toda la región militar.
El
ejército guerrillero logró conquistar varios pueblos y aldeas, alzando la
bandera republicana, llevando a cabo mítines antifranquistas en las plazas y
controlando durante días parte de la frontera por donde entraron camiones con
material y refuerzos. Sin embargo fracasó en la toma de Viella, principal
objetivo de la operación, y finalmente, desbordados por la desventaja numérica
y material, comenzaron la retirada. El repliegue concluyó el 28 de octubre,
cuando los últimos combatientes rebasaron la frontera, sin haber llegado a ver
el esperado levantamiento.”[62]
Los
7.000 maquis que entraron desde Francia, 4.000 de los cuales en el Valle de
Arán y los otros 3.000 en las operaciones de distracción que se organizaron por
el resto de los Montes Pirineos, se encontraron con unos 40.000 efectivos
franquistas:
“A
los pocos días de la invasión, las autoridades franquistas reforzaron el
Ejército. Se sumaron a las fuerzas de orden público y militares, unos 40.000
soldados al mando de los tenientes generales Monasterio (5ª Región Militar),
Moscardó (4ª Región Militar) y Yagüe (6ª Región Militar). El Ejército
franquista, superior en hombres y medios, estaba en disposición de acabar con
un ejército guerrillero imbuido en el desconcierto”[63]
Los
maquis españoles de la Resistencia Francesa tenían como objetivo último, desde
1939, volver a España cuando echaran a los nazis de Francia. Eso era algo
público y notorio que no sólo nunca ocultaron sino que, incluso, les llevó a
hacer peticiones de ayuda en ese sentido a los gobiernos aliados. Franco estaba
perfectamente informado de todo lo que se movía en el sur de Francia, donde
tenía multitud de agentes infiltrados. Aunque ignorara los detalles concretos
de la ofensiva sobre el Valle de Arán llevaba años preparándose para cuando
llegara ese momento. La decisión se tomó en el ámbito político y se ordenó
ejecutarla a la persona que todos coincidían que era más idónea para llevarla a
cabo, el coronel Vicente López Tovar,
que había estado mandando desde Toulouse la XV
División de la Agrupación de Guerrilleros Españoles. Sin embargo, no se
tuvieron en cuenta las recomendaciones que éste hizo de hacer un despliegue
paulatino previo para explorar el territorio.
“Tovar
creía que penetrar en España de esa manera era un gran error que supondría la
destrucción de los guerrilleros. Tovar no sólo no estaba de acuerdo con la
estrategia establecida, también cuestionó las órdenes llegando al punto de
dimitir en una reunión que sostuvo con los oficiales de su puesto de mando. Sin
embargo, a regañadientes, reconsideró su postura para hacerse cargo de nuevo de
la 204 División, responsabilizándose del valle de Arán.”[64]
La
masiva concentración de hombres en Toulouse, previa a la invasión, alertó a las
autoridades franquistas.
Pese
a todo, gracias a la gran experiencia que los maquis habían adquirido en
Francia durante la Segunda Guerra Mundial, la trampa que los franquistas les
prepararon en Viella no les cogió por sorpresa. Hostigaron la localidad desde
cerca, pero sin llegar a tomar posiciones en ella.
“Tovar
no se atrevía a atacar el pueblo hasta que no recibiera noticias de que las
Brigadas 15 y 471 habían conseguido sus objetivos: aislar el valle. Por ello,
no se debía caer en el error de atacar el pueblo y correr el riesgo de que los
propios guerrilleros fueran cercados y masacrados[65].”[66]
El coronel Vicente López Tovar en 1944. Fuente: http://www.buscameenelciclodelavida.com/2015/05/testimonio-de-vicente-lopez-tovar.html
Aunque
las operaciones de distracción de los maquis empezaron la noche del 3 al 4 de
octubre de 1944 en Roncesvalles (Navarra), y continuaron durante las semanas siguientes
en otros puntos de los Pirineos, la entrada en el Valle de Arán tuvo lugar el día 19, tomando la localidad de Bossòst, desde donde se desplegaron por
el resto del Valle. Llegaron a ocupar 18 pueblos, todos ellos de forma
pacífica. No hubo prácticamente incidentes con la población. Los combates
fueron con el ejército de Franco en los alrededores de Viella. Finalmente, ante
la evidente desproporción de efectivos entre los dos ejércitos, Tovar dio orden
de retirada el 27 de octubre.
“Agustí
cifra en un total de 271 muertos el coste de las operaciones pirenaicas,
compuestas de este modo: 194 maquis muertos en combate o fusilados
posteriormente, 68 miembros de las fuerzas de orden público y 9 vecinos de las
comarcas invadidas.[67]”[68]
Consecuencias políticas e históricas de
la batalla del Valle de Arán
Es
obvio que concentrar 4.000 hombres en un valle de 634 km2, con la
orden de conquistar de manera inmediata la capital del mismo no era una
estrategia guerrillera. Era más propia de las fuerza de choque de un ejército
regular, que tendría sentido si hubiera un sustancioso contingente esperando al
otro lado de la frontera preparado para iniciar una invasión en toda regla. Habría
tenido sentido si la operación hubiera contado con el visto bueno de las
fuerzas aliadas, pero no era así. Aquello fue una decisión voluntarista,
puramente política, que se tomó sin contar con las personas que tenían
verdadera experiencia militar y que buscaba, de manera bastante ingenua, poner
a los aliados ante hechos consumados para obligarlos a intervenir, en un
momento en el que estaban empezando a penetrar en territorio alemán.
Es
muy significativo que la persona que tenía que ejecutar la orden se negara a
hacerlo. Su aceptación final del mandato recibido y su comportamiento ulterior parece
indicar que estaba convencido de que sólo él podría evitar una masacre inútil
de las fuerzas guerrilleras, como años después casi todos terminaron reconociendo.
Los
cinco años y medio transcurridos desde el final de la Guerra Civil hasta la
citada invasión no habían pasado en vano. Franco había tenido tiempo sobrado de
consolidar sus posiciones defensivas. La brutal represión que la población
española había sufrido durante ese tiempo había neutralizado los posibles
apoyos que los maquis esperaban. Por otro lado, el gobierno franquista llevaba
años esperando una posible invasión aliada (desde el estallido de la Segunda Guerra
Mundial) y se había preparado para ello. Aunque al principio la esperaba por el
sur, y por ello fortificó a conciencia las costas del Estrecho de Gibraltar, que
era el lugar más probable por donde podían haberlo hecho antes del Desembarco
de Normandía. Después el peligro mayor se trasladó, obviamente, a la frontera
pirenaica. Cinco años preparándose para una invasión en la que, al final, sólo
entraron 7.000 hombres, 4.000 de los cuales se concentraron en un valle donde los
estaban esperando 40.000 soldados.
La
falta de disposición en ese sentido de los gobiernos aliados condenó a los
maquis a la impotencia. La batalla del Valle
de Arán dejó sentenciado el futuro de las fuerzas guerrilleras en la España
de la postguerra.
Los últimos años
Algunos
maquis franceses volvieron a entrar, de manera dispersa, y pasaron a engrosar
los efectivos de las diversas guerrillas que seguían operando por todo el país.
En Andalucía, incluso, alcanzaron su máxima actividad entre 1945 y 1949,
especialmente en Málaga y Granada, debido a la llegada de exiliados del norte
de África.
“Durante
1946 la guerrilla desencadenó una ofensiva en toda España, paralela a la
presión diplomática sobre el franquismo, pero finalmente el comienzo de la
guerra fría permitirá que el régimen de Franco se consolide.”[69]
“Poco
a poco los guerrilleros se fueron quedando solos. En los últimos años se
produjeron intentos de pasar a Francia para escapar del cerco. Las detenciones
se sucedieron en estos últimos tiempos. Muchos guerrilleros y colaboradores
fueron juzgados sumariamente y fusilados o encarcelados. Otros murieron a manos
de la guardia civil en aplicación de la Ley de fugas.[70]”[71]
“A
finales de los años 40, el PCE comenzó su replanteamiento de la lucha
guerrillera y se sugirieron políticas de penetración en el sindicato vertical
con el objetivo de desarrollar en su interior, actividades reivindicativas.
Finalmente, se decidió que la guerrilla se reconvirtiera a la vida civil y
política.[72]”[73]
En
1948 la mayor parte de los miembros de la Federación
de Guerrillas de León-Galicia decidieron abandonar la lucha:
“…la
mayor parte de ellos consiguieron salir al extranjero. El 22 de octubre
consiguieron salir en barco desde Luanco a San Juan de Luz una treintena de
guerrilleros socialistas leoneses y asturianos. Otros muchos, en grupos de dos
o tres, pasaron la frontera francesa a pie desde Bilbao o San Sebastián,
mediante guías que cobraban por el servicio. […] El último reducto guerrillero fue la comarca de La Cabrera, que prestó
apoyo generalizado al grupo de Manuel Girón Bazán, histórico luchador […] Murió el 2 de mayo de 1951 cerca de
Molinaseca (Ponferrada)”[74]
En
cuanto a la guerrilla del Levante:
“En
1950, el PCE envió a varios guerrilleros, entre ellos José Gros y Adelino Pérez
Salvat "Teo", con la misión de desmantelar la Agrupación y evacuar a
los guerrilleros a Francia. Los últimos guerrilleros salieron hacia Francia en
1952 en un grupo comandado por el jefe del 11.º sector, Florián García Velasco
"Grande".”[75]
En
Andalucía la Guardia Civil detuvo al máximo dirigente de la guerrilla de Málaga
y Granada, José Muñoz “Roberto”.
Siendo detenidos poco después muchos de sus hombres.
“A
principios de la década de los cincuenta, en Andalucía existía solo un núcleo
importante de guerrilleros, el de la agrupación de Granada y Málaga aunque se
podían encontrar bolsas aisladas sobre todo en la zona del Campo de Gibraltar y
zonas colindantes con Málaga. La zona cordobesa estaba totalmente desmantelada
considerándose los últimos guerrilleros José Ramos García “Ramitos” muerto en
Almodóvar del río en 1951 y José Ortega Aguilar fallecido en Iznájar el mismo
año. […el
grupo malagueño] en 1952 bajo las órdenes
de Manuel Pérez Rubiño “Pablo” continuaron con la guerrilla un grupo de hombres
pertenecientes al séptimo batallón granadino. Éstos estuvieron a punto de
volver a ser capturados, pero consiguieron huir a la Sierra de Cazorla donde acorralados
por la Guardia Civil fueron asesinados en junio del 1952.”[76]
En
la década de los cincuenta:
“…algunas
partidas continúan en pie de guerra, cada vez más acorralados. El final lo
marcan las muertes a balazos del militante de la CNT Quico Sabaté en el 60;
Ramón Vila Capdevila Caracremada, en el 63, ambos en Cataluña, y José Castro
Veiga “Piloto”, en Galicia en marzo del 65[77].
Hacia 1963 Julio Álvarez del Vayo intentó continuar la actividad de la
guerrilla con el Frente Español de Liberación Nacional (FELN), grupo encabezado
por él mismo, pero su iniciativa no tuvo éxito”.[78]
[1] LÓPEZ GARCÍA, ALFONSO: Saboteadores y guerrilleros. La pesadilla de
Franco en la Guerra Civil. Editorial Planeta. Barcelona. 2019.
[2] Julio Aróstegui: La Guerra Civil, 1936-1939. La ruptura democrática. Historia 16.
Temas de Hoy. Madrid. 1996.
[4] Gibson, Ian (1981). El Asesinato de Federico García Lorca.
Barcelona: Editorial Bruguera. pp. 109-111.
[5] Ibíd. p. 118.
[6] Thomas, Hugh (1976). Historia de la Guerra Civil Española. Barcelona:
Círculo de Lectores. p. 291.
[7] Preston, Paul (2013). El Holocausto Español. Odio y Exterminio en
la Guerra Civil y después. Barcelona: Debolsillo.
[9] Ortiz Villalba, Juan (2006). Del golpe militar a la Guerra Civil: Sevilla
1936 (3 edición). RD Editores. pp.136-139.
[10] Ibíd.
pp.478-479.
[11] Ibíd. p.145.
[12] Ibíd.
pp.183-189.
[13] Ibíd.
pp.165-169.
[14] Ibíd. p.164.
[15] Declaraciones
del historiador Francisco Espinosa
en el episodio El Golpe de la serie
«Guerra Civil en Andalucía» (Canal 2 Andalucía)
[16] Ortiz Villalba, Juan. Ibíd. pp.136-139.
[17] Gil Honduvilla, Joaquín (2010). Desde la proclamación de la República al 18
de julio de 1936: el cambio de rumbo político en la II División Orgánica.
Universidad de Huelva (tesis doctoral). pp.478-479.
[18] Salas, Nicolás (1992). Sevilla fue la clave: república, alzamiento,
Guerra Civil (1931-1939). Castillejo. p.317.
[19] Ortiz Villalba, Juan. Ibíd. pp.
183-189.
[20] Salas, Nicolás. Ibíd. P. 259.
[21] Ortiz Villalba, Juan. Ibíd. Pp. 185-186.
[23] Serrano, Secundino (2001). Maquis. Historia de la guerrilla
antifranquista. Madrid: Temas de Hoy. p. 45-47.
[25] Alfonso Domingo: El canto del búho. La vida en el monte de los guerrilleros
antifranquistas. Oberon Memoria, Grupo ANAYA, Madrid 2002:
“Frente a unos 6.000 o 7.000 guerrilleros, el número
de enlaces fue diez, veinte veces mayor. Según cifras oficiales hubo 20.000
enlaces detenidos. Otros murieron a manos de las fuerzas de la Guardia Civil”
[26] Unidad Cívica por la República
«Entrevista a Ambrosio Ortega 'Brosio', “el pintor de los mineros”.» Consultado
el 14 de mayo de 2013
[28] Arturo Barea: La forja de un rebelde. La Llama, DeBolsillo, Barcelona, 211,
págs.. 249-250.
[29] E. Palma y A. Otero: Gavroche en el parapeto. Trincheras de
Madrid. Madrid. 1937. Citado en Saboteadores
y Guerrilleros. La pesadilla de Franco en la Guerra Civil.
[30] AGMAV, C. 2499,
Cp. 26-8, y SHM, CGG, Leg. 285, C. 26, A. 5, Doc. 7. Citado en Saboteadores y Guerrilleros. La pesadilla de
Franco en la Guerra Civil.
[31] AGMAV, C. 2499, Cp. 26-15/16. Ibíd.
[32] La generación “talada”. https://polobrazo.blogspot.com/2021/04/la-generacion-talada.html
[33] F. González Arroyo: La fábrica de
pólvora as y explosivos de Granada. De la Real Hacienda al Instituto Nacional
de Industria pasando por Artillería. 1850-1961, tesis doctoral, Universidad de
Granada, Granada, 2013. Citado en Saboteadores
y Guerrilleros. La pesadilla de Franco en la Guerra Civil.
[34] Alfonso López García: Saboteadores y Guerrilleros. La pesadilla de
Franco en la Guerra Civil. Espasa. Editorial Planeta. Barcelona. 2019. p.
280.
[35] Ibíd. P. 50-51.
[36] Memoria del exilio: https://polobrazo.blogspot.com/2021/06/memoria-del-exilio.html
[37] Alfonso López
García: Ibíd. P. 96.
[38] A. Landis: The Abraham Lincoln Brigade.
Citadel
Press. Nueva York. 1967. P. 167. Y P. Carroll, ob. cit., p. 167.
[39] Alfonso López
García: Ibíd. p. 105
[40] Ibíd. p. 106
[41] CDMH,
Incorporados, 737, C. 122, Exp. 14-1. Citado en Saboteadores y Guerrilleros. La pesadilla de Franco en la Guerra Civil.
[42] Alfonso López
García: Ibíd. p. 112.
[43] Ibíd. p. 128.
[44] Ibíd. p. 130.
[45] Ibíd. p. 187.
[46] Ibíd. p. 90.
[47] Ibíd. p. 108.
[48] Ibíd. p. 136.
[49] Ibíd. p. 163.
[50] Este cuerpo se
creó de forma simultánea con el Ejecutivo de Operaciones Especiales (SOE) británico,
una unidad operativa guerrillera al margen del MI6. T. Crowdy, SOE Agent. Churchill´s Secret Warriorsi, Osprey Publishing, Oxford, 2006.
[51] Alfonso López García: Ibíd. p. 222.
[52] Ibíd. p. 227.
[53] ALBA, VF. 2, B.
3, F. 63.
[54] Alfonso López
García: Ibíd. pp. 202-203.
[55] ALBA, VF. 2, B.
5, F. 75.
[56] Alfonso López
García: Ibíd. pp. 210-211.
[57] Ibíd. pp. 228 a
230.
[58] https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2007-10-31/el-militar-espanol-que-adiestro-a-castro_653849/ (17/8/2021)
[59] https://es.wikipedia.org/wiki/Alberto_Bayo (17/8/2021)
[60] Raymond Carr: España 1808-1975. Ariel Historia, Barcelona, 2003. Y Alfonso Domingo: El canto del búho. La vida en el monte de los guerrilleros
antifranquistas. Oberon Memoria, Grupo ANAYA, Madrid 2002.
[61] Secundino Serrano: Maquis. Historia de la guerrilla antifranquista. Editorial Temas de
Hoy, Madrid, 2001.
[63] García Ramírez, Isaac Francisco: “El
maquis. Guerrilla Antifranquista”, en Publicaciones
Didácticas, nº 90. p. 459. www.publicacionesdidacticas.com
[64] Ibíd. p. 457.
[65] Martínez de Baños Carrillo, F.: El maquis, una cultura del exilio español,
Delsan, Zaragoza, 2007.
[66] García Ramírez,
Isaac Francisco. Ibíd. p. 458.
[67] Serrano, S.: Maquis, historia de la guerrilla antifranquista, Temas de Hoy,
Madrid, 2001.
[68] García Ramírez,
Isaac Francisco. Ibíd. p. 461.
[70] Dolors Marin Silvestre: Clandestinos. El maquis contra el franquismo.
Editorial Plaza & Janés.Barcelona, 2002. ISBN 84-01-53053-9:
“Las
contrapartidas de la Guardia Civil empiezan a vaciar las zonas (...) La
actuación obedece a la represión ejercida contra los enemigos políticos de su
época por el aparato represor del franquismo. No se para en la detención de
hombres, mujeres o niños: se les tortura o se les aplica la Ley de Fugas
indiscriminadamente. Los cadáveres de las víctimas aparecen tirados en márgenes
de caminos o en las puertas de los cementerios.”
[72] Fernández Pancorbo, P.: El maquis al norte del Ebro, Diputación
General de Aragón, Zaragoza, 1988.
[73] García Ramírez,
Isaac Francisco. Ibíd. p. 462.
[76] José Miguel Giménez Yeste: Breve historia de la guerrilla antifranquista
en Andalucía https://dialnet.unirioja.es
[77] Alfonso Domingo: El canto del búho. La vida en el monte de los guerrilleros
antifranquistas. OberonMemoria, Grupo ANAYA, Madrid 2002. ISBN
84-96052-03-6
“El
último guerrillero abatido en España fue José Castro Veiga El Piloto que cayó,
sin haber abandonado las armas, en la provincia de Lugo (Galicia), en marzo de
1965.”
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