Se
calcula que unos 465.000 españoles cruzaron la frontera francesa como exiliados
a lo largo de la Guerra Civil española
o los primeros meses de la Postguerra. A los que hay que sumar los 13.000 que
se dirigieron a las colonias francesas del norte de África y muchos miles más
que se fueron por mar hacia países americanos o hacia la Unión Soviética.
Mientras
tanto otros centenares de miles fueron hechos prisioneros y, tras sufrir
juicios sumarísimos, serán fusilados o internados en campos de concentración
por todo el país. Carlos Hernández de
Miguel ha hecho un inventario de los mismos, y enumera en su libro Los campos de concentración de Franco[1]
a 296, detallando su ubicación
concreta, el número aproximado de internados y el período durante el que
permanecieron abiertos. En dicha obra llega a la conclusión de que por ellos pasaron entre 700.000 y un millón
de personas. En un país de 25
millones de habitantes.
La Guerra Civil
mató, al menos, a medio millón de españoles, la mayoría de ellos civiles,
exilió a otros tantos e hizo pasar por campos de concentración a casi un millón
de personas. Esas son las terribles y frías cifras de este conflicto
fratricida. Por eso sigue siendo aún un tema tabú en nuestro país.
Hoy
hablaremos de los exiliados, de los que tuvieron que abandonarnos, contra su
voluntad, como consecuencia de ella.
Severo Ochoa, Juan Ramón Jiménez, María Zambrano y Rosa Chacel
La fuga de cerebros
Esta
es una breve relación de algunos de los más destacados intelectuales que
abandonaron España en el Exilio
Republicano. Una verdadera fuga de cerebros que hizo retroceder en el tiempo a nuestro país de manera brutal hacia el Antiguo Régimen, hacia “La España de charanga y pandereta, cerrado
y sacristía” como diría Machado y que ha lastrado nuestra historia desde
entonces:
Biólogos:
·
Severo
Ochoa (Premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1959)
·
Enrique
Rioja Lo Bianco
Físicos:
·
Blas
Cabrera
·
Arturo
Duperier Vallesa
Químicos:
·
Francisco
Giral González
·
Enrique
Moles
Matemáticos:
·
Lorenzo
Alcaraz
·
Enrique
Jiménez González
·
Ricardo
Vinós Santos
Ingenieros:
·
Francisco
Rived Revilla
· Emilio Herrera Linares
Astrónomos:
·
Pedro
Carrasco Garrorena
·
Marcelo
Santaló
Oceanógrafos:
·
Odón
de Buen
Oftalmólogos:
·
Manuel
Márquez Rodríguez
Economistas:
·
Antonio
Sacristán
Escritores:
·
Rafael
Alberti
·
Manuel
Altolaguirre
·
Manuel
Andújar
·
Max
Aub
·
Manuel
Azaña
·
Arturo
Barea
·
José
Bergamín
·
Clara
Campoamor
·
Luis
Cernuda
·
Rosa
Chacel
·
Ernestina
de Champourcín
·
Juan
Ramón Jiménez (Premio Nobel de Literatura en 1956)
·
María
Teresa León
·
Antonio
Machado
·
Paulino
Massip
·
Margarita
Nelken
·
Emilio
Prados
·
Mercè
Rodoreda
·
Pedro
Salinas
·
Ramón
J. Sender
Cineastas:
·
Luis
Buñuel
Pintores:
·
Óscar
Domínguez
·
José
Gausachs
·
Maruja
Mallo
·
Pablo
Ruiz Picasso
Historiadores:
·
Claudio
Sánchez Albornoz
·
Juan
Antonio Ortega y Medina
·
Wenceslao
Roces
Filólogos:
·
Américo
Castro
·
Tomás
Navarro Tomás
Pedagogos:
·
José
Castillejo
·
Lorenzo
Luzuriaga
Filósofos:
·
Juan
David García Bacca
·
Eduardo
Nicol
·
Adolfo
Sánchez Vázquez
·
María
Zambrano
Ensayistas:
·
Anselmo
Carretero
Músicos:
·
Pau
Casals
·
Manuel
de Falla
Profesores:
·
Fernando
de los Ríos
Buena
parte de las personas que componen esta lista son desconocidas para los
españoles, pero cuentan con un prestigio indudable en los países en los que
fueron acogidos. Varios centenares de miles de ellos más -soldados,
sindicalistas, militantes sociales y políticos, personas comprometidas con su
pueblo- los acompañaron, y transmitieron después sus conocimientos y sus
vivencias a los países que los acogieron. Los exiliados republicanos fueron
levadura en México, Argentina, Chile, Venezuela, República Dominicana… o en los
propios Estados Unidos. Y pasaron a formar parte del núcleo duro de la
resistencia francesa contra el fascismo. Serán también la punta de lanza, la
fuerza de choque, del ejército de la Francia
Libre del General de Gaulle.
El exilio francés
A
lo largo de la Guerra Civil se fue produciendo un goteo ininterrumpido de
exiliados que fueron llegando a Francia de manera paulatina.
“Bartolomé
Bennassar señala que cerca de 10.000 ciudadanos del País Vasco[2]
huyeron por carretera hacia Francia. De Cataluña salieron muchos refugiados por
vía marítima hacia Marsella y Génova así como a pie por los Pirineos, evitando
la vigilancia de milicianos y carabineros. En conjunto, se calcula que entre 30.000
y 35.000 refugiados de Cataluña llegaron a Francia o Italia entre julio de 1936
y finales de 1938[3].
Las
operaciones militares en el llamado frente del Norte, que vieron progresar a
las unidades franquistas desde Vizcaya hacia Santander en la primavera de 1937
provocaron una nueva oleada de miles de exiliados, con una parte significativa
de niños, hacia Burdeos, La Rochelle y Lorient. En 1938, tras la batalla de la
bolsa de Bielsa y la retirada de la 43ª División del Ejército Popular, tuvo
lugar un nuevo desplazamiento de personas en Aragón que se refugiaron directamente
al otro lado de la frontera[4]. Al
finales de 1938 se estima que en suelo francés permanecían 40.000 emigrados,
aunque se consideraba que mantenían una situación de desplazamiento
provisional.”[5]
Hasta
finales de 1938 los exiliados se tuvieron que enfrentar a la multitud de
problemas que se pueden esperar en un éxodo de esa magnitud, pero las
autoridades y la población francesa no manifestaron hostilidad frente a ellos
y, en general, ayudaron en la medida de lo posible.
La
situación cambió a partir del inicio de la ofensiva de Franco sobre Cataluña,
que comenzó a finales de diciembre de ese año. Entonces se produjo una
verdadera avalancha de refugiados en los departamentos fronterizos con esa zona
y la actitud de las autoridades francesas cambió.
“Las
autoridades francesas, desbordadas, reagruparon a los refugiados en centros de
"control" o de "clasificación" en la frontera, más tarde en
campos de concentración (término oficial de la época) o de
"internamiento" situados en principio en el departamento de Pirineos
Orientales, como en el caso del campo de Saint-Cyprien, el campo de
concentración de Argelès-sur-Mer o el campo de Le Barcarès en la playas. Estos
campos de internamiento especializados que reagrupaban especialmente a vascos,
antiguos Brigadas internacionales (campo de Gurs), catalanes (Agda, campo de
Rivesaltes), ancianos (Bram), y a la división Durruti (Campo de Le Vernet), son
creados tierra adentro en febrero de 1939 en los departamentos vecinos del
Rosellón, para paliar el crecimiento de las estructuras del litoral y las
condiciones sanitarias deterioradas.”[6]
El
27 de febrero de 1939 las autoridades francesas reconocieron al régimen de Franco
y, como consecuencia directa de ello, su actitud ante los refugiados
republicanos se endureció aún más.
“El
exilio constituyó para el gobierno francés un problema económico y político,
mostrándose rápidamente interesado en fomentar su repatriación a España o la
re-emigración a terceros países tales como México, Chile y República
Dominicana, las tres únicas repúblicas americanas que aceptaron oficialmente a
los republicanos españoles. Esta última opción estaba supeditada a una serie de
criterios de selección para admitirlos y a la condición de que los organismos
oficiales de ayuda les costearan el viaje y contribuyeran económicamente a su
instalación al país receptor. De este modo, el coste fue sufragado por el SERE
(Servicio de Emigración –o Evacuación- de los Republicanos Españoles) y la JARE
(Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles), organismos creados por el
gobierno republicano en el exilio y cuyos fondos financieros y económicos
principales fueron hechos por miembros del Gobierno de la República en Francia
en los años de la guerra. Ambos organismos contaron con la ayuda desinteresada
de centenares de comités internacionales quienes colaboraron a que se llevara a
cabo las evacuaciones. Por citar un ejemplo, uno de los países que más ayuda
prestó a la causa republicana fue Argentina cuya sociedad, en posición
antagónica a la conducta del propio gobierno filo-conservador y reacio a
aceptar a los refugiados republicanos, se movilizó en clave antifascista
volcando todo su apoyo a la causa republicana, primero, y al exiliado después[7].
…
Asimismo,
las repatriaciones a España se fomentaron especialmente entre abril y diciembre
de 1939. Tal y como nos indica el historiador J. B. Vilar, fueron unos 268.000
los que retornaron divididos entre ex-combatientes y población civil no
implicados en causas políticas. Así, el 31 de diciembre del mismo año el número
de exiliados que todavía permanecía en territorio francés rondaba los 182.000.[8]”[9]
La avalancha de refugiados
Cuando
el frente catalán se derrumbó, en enero de 1939, se produjo una avalancha de
refugiados sobre territorio francés que desbordará todas las previsiones y que dará
lugar a una verdadera tragedia humanitaria.
“«Todas las carreteras secundarias, todos los
campos y todas las colinas, eran un hormiguero de miles y miles de
desventurados caminando hacia la frontera», escribiría en su periódico el
corresponsal de The
New York Times, Herbert L. Matthews, el 5
de febrero de 1939.”[10]
“En
los puertos fronterizos, los largos cortejos de heridos, ancianos, mujeres,
niños y soldados fueron acogidos por gendarmes y soldados coloniales
senegaleses «armados hasta los dientes», según Luis Royo. En pocos días
entraron en el país galo más de 500.000 republicanos españoles. El gobierno Daladier,
a pesar de numerosas advertencias, entre ellas la de su propio consulado en
España, sólo había previsto algunos barracones para acoger a unos seis mil
refugiados. La realidad desbordó de forma dramática todas las soluciones
inmediatas.
En
territorio francés, los recién llegados fueron separados de familias y amigos,
y encerrados al aire libre en numerosos campos cercados por barreras de
alambres de espino. Hambre, sed, frío, desesperación, humillación, brutalidad,
fueron las primeras experiencias francesas vividas por una gran mayoría de
refugiados.
En
palabras de Federica Montseny: «¿Quién puede olvidar esas horas, ese
espectáculo de las montañas llenas de gente que acampaba bajo los árboles,
temblando de frío y de terror?»[11]
El
catalán Fermín Pujol, futuro soldado de La Nueve, lo contaba así:
Al entrar nos desarmaban, nos quitaban todo,
anillos, chaquetas, carteras, todo, y nos enviaron a una playa al aire libre,
sin ninguna protección, rodeada de alambradas y vigilada por militares armados.
La sarna y los piojos fueron enseguida nuestros compañeros. Si alguien se
escapaba, la tropa colonial senegalesa tiraba a matar.”
…
“«Nos
dejaron en las playas sin ninguna protección contra la lluvia y el frío, como
si fuéramos animales», me confesaron el valenciano Germán Arrúe y el andaluz
Rafael Gómez”.
…
“Más
de 15.000 refugiados murieron en las primeras semanas de encierro, a causa del
frío, las heridas, la tristeza o la enfermedad. Muchos más no volverían a ver
España.
Los
centenares de miles de refugiados fueron concentrados en más de una veintena de
campos, por todo el suroeste francés, de los Pirineos orientales a los Pirineos
atlánticos: Argelès, Gurs, Agde, Brams, Septfonds… Nombres de campos
desgranados como letanía de miserias. Algunos los llamaron púdicamente campos «de
acogida» o campos «de retención», pero el ministro del Interior de la época,
Albert Sarraut, no dudó en calificarlos como campos «de concentración». Sin ser
asimilados a los campos de exterminio ni de trabajos forzados que luego se han
conocido en territorio nazi o soviético, en muchos de aquellos campos franceses
se darían las primicias de la brutalidad perversa e implacable que caracterizan
la mayoría de los campos de concentración y sus guardianes.” [12]
La muerte de Machado
“Estos días
azules y éste sol de la infancia…”
Este
es el comienzo del último poema que escribió Antonio Machado, poco antes de morir en Colliure, un pequeño pueblo francés, el 22 de febrero de 1939,
poniendo fin así a un exilio de 26 días. Hasta allí había llegado…
“…andando
bajo la lluvia y el frío hasta la frontera francesa, después de haber escapado
al bombardeo de la carretera y al vuelo rasante de las ametralladoras
franquistas. Llegaba enfermo, caminando junto a su madre, enferma también,
llevada en brazos por su hermano José y varios amigos. Cerca de la frontera,
después de muchas horas de marcha, encorvado por el dolor y la tristeza,
Antonio Machado había pedido que continuaran el camino con su madre pero que lo
dejaran a él allí. Su hermano y sus amigos lo ayudaron a seguir andando,
dejando en la cuneta el peso una pequeña maleta donde Machado llevaba, entre
otras cosas, sus últimos manuscritos. El poeta salía de España convencido de
que no volvería a verla.
…
La
noticia de su muerte corrió como el viento. Decenas de refugiados fugados de
los campos llegaron para rendir un último homenaje al gran poeta republicano.
Su cuerpo fue envuelto con una sábana blanca, como él había deseado, el féretro
cubierto con la bandera republicana y el puñado de tierra española que Machado
guardaba, depositada junto a su cuerpo, como él mismo había pedido.
Seis
oficiales del ejército español, refugiados y recluidos en el castillo-prisión
de Colliure, todos con uniforme, lo llevaron a hombros hasta el cementerio,
seguidos por una gran masa silenciosa, entre la que se encontraba el ex
ministro socialista de gobernación, Julián Zugazagoitia, que sería fusilado por
Franco un año después. El diario L´Independent, de Perpiñán, poco favorable a los republicanos españoles, publicó al
día siguiente, en una línea: «En Colliure ha muerto Antonio Machado, poeta y
miliciano español.» En los campos de concentración cercanos, miles de españoles
lloraron al poeta.
Unos
días después del entierro, un vecino del pueblo que cruzaba temprano cerca del
cementerio, escuchó «una música triste» que llegaba del interior. Al acercarse,
a través de la puerta de rejas negras, vio al violonchelista Pau Casals frente
a la tumba de Machado, interpretando en solitario y como homenaje al poeta
desaparecido, una de las más bellas composiciones de su repertorio, El canto de los
pájaros, anónimo catalán.”[13]
El sentido político de la derrota
“Decid que vimos
morir a España…”
Edna
Saint Vincent Millay (poetisa
norteamericana).
“La
Guerra Civil constituyó la primera etapa de una campaña minuciosamente
organizada contra la democracia europea y el principio de una Segunda Guerra Mundial,
deliberadamente preparada”.
Claude G. Bowers
(Embajador
de los EEUU en España entre 1933 y 1939)[14]
“Nos
dejaron luchar durante treinta y tres meses. En este tiempo, pudo ensayar en
nuestros propios pueblos y en nuestra propia carne […] los armamentos que
preparaba para su futura agresión. La liquidación de la Guerra Civil no era sino
el comienzo de la guerra europea” […] “Las primeras armas de la guerra
totalitaria estuvieron empapadas de sangre española”.
Albert Camus[15]
“Los
demócratas españoles fuimos vencidos, en lucha desigual, Por el fascismo
internacional”.
Rodolfo Llopis[16]
Estos
son algunos testimonios de personas que vivieron la Guerra Civil o la
contemplaron de cerca y cuya recopilación agradecemos a Evelyn Mesquida[17].
Es obvio que en la Era del Fascismo
la Segunda República Española desentonaba demasiado con las ideologías
dominantes en todo el mundo, y no sólo con las del bando de las fuerzas del Eje.
Los “defensores” oficiales de la Democracia, a nivel mundial, ¡dejaron morir a la República sin mover un
solo dedo!, como reconoce el propio embajador de los Estados Unidos en la
España de ese momento histórico. La “República
democrática de trabajadores de toda clase”, como se definía nuestro país en
la Constitución de 1931, era demasiado peligrosa no sólo para Hitler, sino
también para los gobiernos aliados. Al dejarla caer se estaba mandando un
mensaje a los trabajadores del resto del mundo. Estaban marcando los límites de
su particular concepto de “Democracia”. Pero, también, convirtieron a la República Española en un símbolo, que atravesaría el
tiempo y el espacio y que perdurará siempre.
La
memoria de la República es una espina clavada en la narrativa de unos
vencedores que necesitan silenciar desesperadamente a los vencidos… ¡todavía! Unos vencedores que, por lo
que se ve, aún no han conseguido derrotar del todo a su adversario. Y es que si
tienes abundante armamento y mercenarios puedes llegar a derrotar ejércitos,
pero no es suficiente para doblegar las
conciencias. Es más, puede que sea
contraproducente. Las “victorias”, a veces, sirven para demostrarle al
mundo cuál es tu catadura moral.
Los niños del exilio
Un
caso especial del exilio republicano fue el de los niños. Entre la masa de los
refugiados iban, lógicamente, decenas de miles de niños acompañando a sus
respectivas familias, que sufrirían junto a ellas todas las penalidades por las
que éstas pasaron. Pero también hubo miles de niños que tuvieron que marchar
solos al exilio.
“Había
que alejar a los menores del conflicto bélico para evitar las secuelas físicas
y psicológicas. Para ello el gobierno de la II República llevó a cabo
expediciones de evacuación de menores, que contaron con la participaron de
varios países y de organizaciones internacionales de ayuda humanitaria.
En
Europa, Francia fue el país que más niños españoles acogió con cerca de 20.000
menores; en torno a 5.000 niños llegaron a Bélgica; alrededor de 4.000 a
Inglaterra; cerca de 3.000 a la Unión Soviética; Suiza acogió unos 800 niños.
Fuera de Europa, México recibió 455 menores, los conocidos como Niños de
Morelia.”[18]
“En
total unos 37.500 niños fueron enviados por la República al extranjero en
operaciones de salvamento. Unos 17.200 no volvieron e hicieron sus vidas sin
sus familias y solos en tierra extraña.”[19]
Los niños de Rusia
A
la Unión Soviética fueron enviados 2.895 niños, hijos de pilotos o de militares
del País Vasco, Asturias y Cantabria, es decir de la bolsa republicana que
había quedado aislada en el norte de España en 1937. Fueron evacuados por mar,
en buques mercantes, primero hacia la retaguardia republicana y, después, hacia
la URSS.
Y
van acompañados por educadores y personal de apoyo, españoles, que diseñaron un
programa educativo pensado para reintegrarlos de nuevo en su país cuando
acabara la guerra. Serán distribuidos en 16 “casas de niños” por toda la Unión.
“Entre
los niños y sus familiares también existía el convencimiento de que su paso por
Rusia sería corto, y en sus testimonios confirman que se sentían felices ante
la aventura del viaje a un país extranjero[20].[21]
…
La
vida en general en las Casas de Niños es recordada por los mismos como un
paréntesis alegre entre las dos guerras cuyas consecuencias sufrirían[22]. Los
supervivientes siguen teniendo conciencia de haber sido privilegiados por la educación
recibida durante estos años, hasta la llegada de la guerra[23].”[24]
Su
verdadero drama comenzó cuando los alemanes invadieron la Unión Soviética.
Buena parte de las casas de niños españoles se vieron comprometidas por el
avance alemán, en especial las de las zonas de Leningrado y de Ucrania. Los 300
niños de Leningrado quedaron atrapados los primeros dos meses del bloqueo
alemán de esa ciudad, durante el invierno de 1941-42. Después serán evacuados
hacia los Urales y Asia Central. Allí las condiciones de vida empeoraron y
muchos niños murieron. 130 de los más mayores se alistaron en el Ejército Rojo y fueron destinados a los
frentes de Leningrado y de Stalingrado. 46 de ellos murieron en combate y 14
serán hechos prisioneros por los nazis y posteriormente entregados a las
autoridades franquistas, a finales de 1942.
Mucho
después de que finalizara la Segunda Guerra Mundial, en 1957, se firmó un
acuerdo entre los gobiernos español y soviético para permitir el retorno de los
que quisieran hacerlo. Lo harán casi la mitad de los que se habían marchado.
“Los
retornados encontraron a su vuelta un régimen hostil, la desconfianza de unas
autoridades que sospechaban de su filocomunismo y, sobre todo, unas familias
que dejaron ir a niños y que recibían tras casi veinte años a adultos, en
ocasiones padres de familia a su vez, con otra educación y experiencias vitales
opuestas. El reencuentro por tanto no fue fácil y un número no despreciable
decidió finalmente regresar a la Unión Soviética.
Previamente,
un pequeño grupo de unos 150 niños obtuvo permiso, en 1946, para marchar a
México a reunirse con sus familiares[25]. A
otro grupo de unos 200 "niños", el conocimiento de la lengua española
los llevó a viajar, desde mediados de 1961 y hasta mediados de la década de los
setenta, a la Cuba de Castro, como especialistas soviéticos enviados por el
Partido Comunista de España, desempeñando allí trabajos de traductores,
profesores, en la construcción o incluso como técnicos para la inteligencia
cubana[26].[27] En
Cuba recibieron el apelativo de "hispano-soviéticos".”[28]
Los
que siguieron viviendo en Rusia acabaron, en su mayoría, residiendo en Moscú y
manteniéndose en contacto mutuo a través de centros como el Club Chkálov o la Casa de España. Algunos de ellos volverían a nuestro país, de
vacaciones o bien de manera permanente, a partir de los años 60. En 1990
obtuvieron el derecho de recuperar su nacionalidad perdida. En 1994 a recibir
pensiones de jubilación, invalidez y supervivencia. Y en 2005 a una prestación
económica específica creada para los menores exiliados que pasaron la mayor
parte de su vida fuera de España, independientemente de su lugar de residencia,
que incluía, además, cobertura sanitaria.
Los niños de Morelia
El
27 de mayo de 1937 partieron del puerto de Burdeos (Francia), en el vapor de
bandera francesa Mexique, 456 niños,
hijos de republicanos españoles, para unas “colonias vacacionales”, rumbo a
México. El viaje había sido organizado por el Comité de Ayuda a los Niños del Pueblo Español, promovido por Amalia Solórzano Bravo, esposa del
entonces presidente de México Lázaro Cárdenas.
Arribaron al puerto de Morelia el día 7 de junio, por lo que desde entonces
serán conocidos como “los niños de
Morelia”.
La
que debía ser una estancia provisional en México se convertiría en definitiva.
“La
educación de los Niños de Morelia en México se llevaba a cabo en la Escuela
industrial España-México […] la asistencia educativa tuvo el apoyo de la FOARE[29] (Federación de Organismos de Ayuda a los
Republicanos Españoles) […] A partir de 1943, el "Patronato Pro Niños
Españoles" obtuvo el apoyo del general Lázaro Cárdenas, entonces
Secretario de Defensa de México, para desarrollar un proyecto de casas-hogar
que habían de dar continuidad educativa a los niños de la Escuela España-México
de Morelia”
…
La
normativa de estas seis casas-hogar se regía por los principios de la educación
activa y personalizada que había inspirado la pedagogía en la República
española, para promover el estudio y la inserción laboral:
"Son creadas para los alumnos de la antigua
Escuela España-México, a fin de encauzarlos y dirigirlos, dentro de un tipo de
vida familiar, por medio del estudio o del trabajo, debiéndose caracterizar la
conducta de los residentes en ellas, tanto dentro como fuera de la casa hogar,
por la fidelidad a la España Republicana que los alejó de la guerra y por el
respeto a México que los acogió fraternalmente"[30].[31]
El
3 de junio de 1987 los niños de Morelia volvieron a reunirse en un acto que
conmemorará el 50 aniversario de su llegada a México en el que leyeron un
comunicado en el que, entre otras cosas dijeron:
"Hoy
somos personas de bien, hemos formado familias, a nuestros hijos les hemos dado
lo mejor de nosotros mismos y oportunidades que pocos tuvimos, la mayoría son
profesionístas y al igual que nosotros luchan por un México mejor"[32].[33]
El exilio americano
“México
fue el único país que recibió los emigrados con los brazos abiertos, y con
fondos del estado, gracias a los cuales se estableció la Casa de España en
México (1938-1940), cuyo descendiente es el actual Colegio de México, y se
establecieron la revista España Peregrina y la Editorial Séneca, dedicadas a
autores y temas españoles.”[34]
Casi
20.000 exiliados españoles acabaron en México. Muchos de ellos intelectuales,
científicos y artistas: “El exilio
español fue una suerte para el país” dijo Juan Marichal. Probablemente la
readaptación de los exiliados españoles más fácil y rápida de todas fue la que
tuvo lugar en este país. Allí se establecieron el físico Blas Cabrera y los
escritores Tomás Segovia, Emilio Prados, Max Aub o José Bergamín.
Cuando
llegó la primera oleada de refugiados a este país, a bordo del buque Sinaioa, Ignacio García Téllez, en
nombre del presidente Lázaro Cárdenas,
los recibió con estas palabras:
“Los
altos valores que representáis en las ciencias y en las letras contribuirán al
brillo de la cultura nacional y recogeremos, a la vez, el ejemplo de superación
de la intelectualidad española que puso su patrimonio espiritual al servicio de
la república”[35].
Rápidamente,
los exiliados se integrarán en los proyectos de modernización de México. Llegaron al sitio justo, en el momento justo:
“Estos
exiliados se incorporaron al proyecto mexicano de educación universitaria;
entre ellos, la UNAM destacó como profesores o investigadores eméritos a Carlos
Bosch García, Óscar de Buen, Francisco Giral González, Eduardo Nicol, Juan
Antonio Ortega y Medina, Wenceslao Roces y Adolfo Sánchez Vázquez.
…
Los
refugiados ayudaron a crear la Casa de España en México, hoy llamada El Colegio
de México, y también el Fondo de Cultura Económica, así como a reforzar el
profesorado de la UNAM y el IPN. Entre otras muchas aportaciones de los
científicos españoles refugiados, se creó la revista Ciencia, fundada por
Ignacio Bolívar y Urrutia.
El
exilio español enriqueció al continente americano con la llegada de filósofos
como María Zambrano, los poetas León Felipe, Luis Cernuda y Juan Rejano,
narradores como Francisco Ayala y Max Aub, quienes alejaron con buen humor la
pena del destierro”[36].[37]
Miguel Alcubierre Moya, hijo del exiliado español Miguel Alcubierre Ortiz, ha sido durante mucho tiempo el Director del Instituto de Ciencias Nucleares de la Universidad Nacional Autónoma de México. Es conocido por haber desarrollado un modelo matemático (conocido como métrica de Alcubierre) que permitiría viajar más rápido que la luz sin violar la relatividad general, conocido como el “Empuje por curvatura”, que hemos podido ver en películas y series de ciencia-ficción, como Star Trek.
A
Chile llegaron 2.200 españoles el 3 de septiembre de 1939, a bordo del carguero
Winnipeg, que había sido fletado en
Francia por el cónsul delegado, Pablo
Neruda, que fueron sacados de los campos de concentración del sur de este
país.
Otros
países de destino del exilio español en América fueron Argentina, República
Dominicana, Venezuela, Uruguay, Colombia y Estados Unidos.
Los exiliados del Magreb
Mientras
los exiliados republicanos de Cataluña cruzaban en masa la frontera francesa,
en el sureste español Alicante se convirtió en el puerto de salida para el
exilio que se dirigió por mar hacia el norte de África. La situación se iría
agravando durante el invierno de 1939 y conforme fue avanzando el mes de marzo
se fue volviendo angustiosa. La caída de Madrid en manos nacionales el 28 de
marzo y de la propia ciudad de Alicante, en las italianas, el día 30, pondrá
fin a las huidas.
“En
el puerto de la ciudad levantina, hundidos en la tristeza y el silencio,
quedaron sin auxilio miles de republicanos llegados de toda España, y flotando
en el agua turbia y rojiza de la dársena -como contaría más tarde el dirigente
y testigo francés Charles Tillón- los cuerpos de los que no pudieron soportar
la desesperación del avance de las tropas franquistas. Varias decenas de
personas se suicidaron.[38]
…
En
el puerto, entre tanta gente desesperada, muchos luchamos porque no se perdiera
la moral pero la verdad es que perdimos un poco el norte; sólo pensábamos en
cómo solucionar lo que nos caía encima, en cómo teníamos que afrontarlo. De la
llegada de los italianos recuerdo sobre todo el gran silencio que se hizo. Fue
un silencio terrible, como cuando se muere una persona, como cuando ocurre una
gran tragedia y se muere todo un pueblo… Eran miles y miles de personas en
silencio. No se oía nada, ni tan siquiera el llanto de los niños. Cuando nos
sacaron encañonadas, le pregunté a uno de los guardianes si había matado
mujeres. Me dijo que sí, que había matado siete u ocho.”[39]
La
mayoría de estos exiliados acabaron en las colonias francesas del Magreb (Argelia,
Marruecos y Túnez) y casi todos serán internados allí en campos de trabajos por
las autoridades coloniales francesas, buena parte de ellos se incorporarán,
como esclavos del estado, a la construcción de la línea férrea transahariana,
conocida como “Mediterráneo-Níger”, una
obra que estaba parada desde 1918, tras la repatriación de los prisioneros
alemanes de la Primera Guerra Mundial y que reanudaron cuando los republicanos
españoles empezaron a llegar. Bastantes más vendrán después desde Francia,
reenviados por el gobierno de Pétain. También había extranjeros que habían
combatido en las Brigadas Internacionales. Muchos de ellos acabaron enrolándose
en la legión extranjera francesa para salir de los campos.
Estos
batallones fueron concentrados en Francia, en el campo de Barcarés, donde poco
después se formarían los regimientos números 21, 22 y 23, los dos primeros con
más de la mitad de españoles y el tercero totalmente integrado por ellos. Más
tarde se formaría en el norte de África seis regimientos más con miles de residentes
y refugiados españoles o de origen español y dos de ellos -el 11 y el 12-
enviados también a Francia para ser incorporados a los ya formados en Barcarés.
El regimiento número 11 fue destinado a la línea Maginot, en la región de Sierk
(Lorena).
Muchos
españoles enrolados en la Legión Extranjera acabaron formando parte de la 13ª
semibrigada:
“La
DBLE, una unidad especial que se convertiría la más famosa de todas las
unidades de la Legión francesa de la Segunda Guerra Mundial. La única, en toda
la historia del Ejército francés, que sin ser una unidad política, luchó
esencialmente por motivos políticos, lejos del clima de disciplina descarnada
de otras unidades legionarias. La única también que desde el primer momento y a
pesar de la divisa “Honor y fidelidad”, a su regreso de la guerra nórdica
elegiría la gran aventura de la Francia Libre junto al general De Gaulle.
…
Según
diversos testimonios, el número de los españoles enrolados en la Legión Extranjera
francesa osciló entre los doce y quince mil hombres. Al final de la guerra, en
1945, habían perecido el 65 por ciento de esos efectivos.”[40]
Exiliados en la Francia de Vichy y en la
Francia ocupada
El
deterioro de la situación de los exiliados españoles en Francia fue en aumento.
Francia y el Reino Unido declararon la guerra a Alemania el 3 de septiembre de
1939. El 14 de junio de 1940 los alemanes entraron en París. El 22 de junio se
firmó el Armisticio de Compiègne, según el cual:
“Alemania
ocupó toda la costa norte y oeste de Francia, así como el interior de las
mismas. Italia se reservó una pequeña zona de ocupación en el sureste y el
régimen de Vichy, por su parte, retuvo el territorio no ocupado en el sur,
conocido como la zone
libre. En noviembre de 1942, las tropas
alemanas e italianas ocuparon la zone libre con la Operación Anton y esta permaneció en manos del Eje hasta el
desembarco de los Aliados en 1944.”[41]
Manuel Azaña, enfermo, se
había refugiado en la ciudad de Montauban, que había quedado en la Francia
controlada por el gobierno de Vichy. Allí murió el 3 de noviembre de 1940:
“El
mariscal Pétain prohibió que se le enterrara con honores de Jefe de Estado:
solo accedió a que fuera cubierto su féretro con la bandera española, a
condición de que esta fuera la bicolor rojigualda tradicional y de ninguna
manera la bandera republicana tricolor. El embajador de México decidió entonces
que fuera enterrado cubierto con la bandera mexicana. Según explica en sus
memorias, Rodríguez le dijo al prefecto francés:
Lo cubrirá con orgullo la bandera de México. Para
nosotros será un privilegio, para los republicanos una esperanza, y para
ustedes, una dolorosa lección.”[42]
Francisco Largo
Caballero
será detenido por el Régimen de Vichy, en la ciudad de Albi en junio de 1940. El gobierno mexicano estuvo haciendo
gestiones, infructuosamente, para que se le permitiera refugiarse en su país.
Vivió confinado hasta el 20 de febrero de 1943, en que pasó a manos de la
Gestapo, tras la ocupación de la Francia meridional. Acabará internado en el campo
de concentración nazi de Sachsenhausen,
en la provincia de Oranienburg, al norte de Berlín. Allí permaneció hasta que
una unidad polaca del Ejército Rojo lo liberó el 24 de abril de 1945. Después
volvió a París, donde murió el 23 de marzo de 1946.
Victoria Kent vivió en la
clandestinidad, con una identidad falsa, en la París ocupada por los nazis
hasta la liberación de la ciudad en 1944. Después se terminará exiliando en
México.
Federica
Montseny
adoptó el nombre francés de Fanny Germain
y se instaló en Toulouse, donde vivió hasta 1977, en que volvió a España y recuperó
su nombre español, volviéndose a reintegrar en la CNT.
Las Compañías de Trabajadores Extranjeros
“A
principios de 1939 el gobierno francés estableció la obligación para los
refugiados extranjeros de edades comprendidas entre los 20 y 48 años de
proporcionar prestaciones equivalentes al tiempo que los ciudadanos franceses
pasaban cumpliendo con el servicio militar y dio origen a las compañías de
trabajadores extranjeros, unidades militarizadas integradas por unos 250
hombres y capitaneadas por oficiales franceses de la reserva.”[43]
Estas
compañías, tras la ocupación alemana pasaron a denominarse, en la Francia de Vichy,
Grupos de Trabajadores Extranjeros (GTE),
repartidos por todo el país para hacer diversas obras públicas (pantanos,
minas, vías férreas) y que en la Francia ocupada se llamó TODT, muchos sus componentes
serán trasladados después a territorio alemán
“En
la organización de mano de obra alemana TODT, 39.000 de sus 43.000 trabajadores
serán españoles.”[44]
Mauthausen
Tenemos
constancia documental de la presencia de, al menos, 9.161 españoles en los
campos de concentración de la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial,
casi todos exiliados republicanos capturados en Francia y, en su gran mayoría,
o bien militares del ejército regular francés o bien milicianos de la
Resistencia antifascista que combatió a los nazis durante la ocupación.
“De
todos ellos, murieron 5.166 (por hambre, por enfermedades, ejecutados o
gaseados) y hubo 3.539 supervivientes. El resto, son desaparecidos.”[45]
En
2019 el Boletín Oficial del Estado
publicó una lista con los nombres de 4.427 de esos muertos. La lista de campos
en los que hay constancia de la presencia de españoles es larga (Auschwitz, Bergen-Belsen, Buchenwald,
Dachau, Flossenbürg, Gross-Rosen, Mauthausen, Mittelbau-Dora, Natzweiler,
Neuengamme, Ravensbrück, Sachsenhausen, Stutthof y Treblinka), pero el que
destaca sobre todos, con diferencia, es el complejo de campos conocido como Mauthausen-Gusen, compuesto a su vez por
varios sub-campos, a unos 20 kilómetros de la ciudad austriaca de Linz. El Complejo
de Mauthausen-Gusen llegó a albergar 85.000 prisioneros de forma simultánea,
aunque hay autores que afirman que por él llegaron a pasar, mientras estuvo en
funcionamiento, hasta 320.000 personas, todos ellos trabajadores esclavos del Estado
que suministraron mano de obra gratuita a las minas y canteras de la zona, así
como a las fábricas de armamento y de ensamblaje del avión Me 262.
“Los
campos formaron uno de los primeros centros de concentración masivos en la
Alemania nazi, y fueron los últimos en ser liberados por los Aliados
Occidentales o la Unión Soviética. Los dos principales, Mauthausen y Gusen I,
fueron los dos únicos de toda Europa etiquetados como de "Grado III",
lo que significaba que eran los más duros para los "Enemigos Políticos
Incorregibles del Reich"[46]. A
diferencia de muchos otros, que eran para todo tipo de prisioneros, Mauthausen
fue utilizado para tareas de exterminio de la intelligentsia, gente ilustrada y
miembros de las clases sociales altas de países subyugados por Alemania durante
la Segunda Guerra Mundial.[47]”[48]
Por
los campos de concentración de Mauthausen pasaron un total de 7.200 españoles,
es decir, las tres cuartas partes del conjunto de internos españoles en los
campos de la Alemania nazi de los que tenemos constancia. Tal vez, esta
proporción sea debida a que, por su alta concentración relativa, ellos mismos
guardaron el recuerdo y las pruebas de su presencia. De estos 7.200 murieron 5.000
durante su estancia allí. La primera tanda (392) llegó el 6 de agosto de 1940,
procedente de la Francia ocupada.
“Requerido
por las autoridades alemanas para determinar el destino de los prisioneros, la
Dictadura de Francisco Franco replicó que no existían españoles allende las
fronteras; de ahí que los republicanos de Mauthausen llevaran el triángulo azul
de los apátridas, con una S —de Spanier— en el centro.”
…
“Mauthausen
pronto comenzó a ser conocido entre los deportados como «El campo de los
españoles». Aunque los primeros barracones se remontan a 1938, fueron albañiles
españoles quienes construyeron Mauthausen. De ahí que un superviviente francés
haya llegado a afirmar que «cada piedra de Mauthausen representa la vida de un
español». La mayoría de los españoles llegó al campo a partir del Armisticio
francés, entre la segunda mitad de 1940 y el año 1941. Muchos fallecieron entre
1941 y 1942; por ejemplo, en septiembre y octubre de 1941 una gran parte de los
muertos de Gusen —un Kommando o campo auxiliar destinado al exterminio de los
presos más débiles— fueron españoles. […] Cuando
falleció el primer español, el 26 de agosto de 1940, sus compatriotas, ante la
sorpresa de los verdugos, guardaron un minuto de silencio, situación que se
repetiría en numerosas ocasiones. Con el paso del tiempo, algunos españoles
pasaron a desempeñar trabajos especializados: albañiles, peluqueros,
administrativos, sastres, intérpretes o fotógrafos, pues así tenían más
posibilidades de sobrevivir que los trabajadores de la cantera. También podían
acceder a más información y disponer de más autonomía para sostener la
organización clandestina republicana que funcionaba desde mediados de 1941.
La
labor de la organización española fue crucial, porque cuando en 1942 comenzaron
a llegar deportados procedentes de la resistencia francesa y del frente ruso,
los españoles eran los veteranos del campo, expertos estrategas en la lucha por
la supervivencia, dispuestos a transmitir sus conocimientos a los recién
llegados. Por otra parte, al desempeñar diversas actividades en la gestión de
Mauthausen, podían ayudar a otros prisioneros. Los españoles que cuidaban la
sala de duchas —por poner uno entre otros muchos ejemplos— salvaron la vida a
más de un compañero cuando los nazis llevaron a cabo allí ejecuciones masivas
mediante la inmersión de grupos de prisioneros durante horas y horas en naves
repletas de agua helada hasta la altura de la cintura. La organización
clandestina española, además, repartía medicinas robadas de la enfermería y
redistribuía la escasa comida que llegaba a los presos, con el fin de asignar
más alimentos a los débiles y enfermos.
Sin
embargo, el recuerdo más vivo en la memoria de los supervivientes de otros
países, sobre todo de los franceses, al hablar del Campo de Mauthausen, es la
fe española en la derrota del nazismo, incluso en los peores momentos de la
guerra. Quizá porque los republicanos españoles llevaban luchando contra la
Alemania nazi y sus socios desde el inicio de la guerra civil española, en
1936. «Una victoria más», explicó en una ocasión un superviviente francés, era
la frase que pronunciaban los presos españoles cada vez que llegaban al último
de los 186 peldaños de la escalera de la cantera. Convencidos de la victoria
aliada, los republicanos decidieron conservar pruebas de la barbarie, para el
posterior juicio a los verdugos. Así, por ejemplo, Francisco Boix, fotógrafo
del campo, hizo copia de todas las fotos que pasaron por sus manos y logró
esconderlas hasta el final de la guerra. Gracias a ellas, Boix pudo probar
durante los juicios de Núremberg la presencia de los jerarcas Albert Speer y
Ernst Kaltenbrunner en Mauthausen y demoler así su alegato de que desconocían
los campos de exterminio.
Cuando
el Ejército norteamericano entró en Mauthausen, el 5 de mayo de 1945, banderas
republicanas habían sustituido a las banderas nazis y la puerta del campo
estaba cubierta por una gran pancarta en la que se podía leer: «Los españoles
antifascistas saludan a las fuerzas libertadoras».[49]
Prisioneros de Mauthausen saludan a la 11ª División Acorazada de los EEUU por su liberación bajo una pancarta escrita en español sobre sábanas castrenses (fuente: Wikipedia)
La Red Ponzán
Francisco Ponzán
Vidal,
alias François Vidal, aunque
aragonés, nació en Oviedo en 1911 (era hijo de ferroviario), su familia se
trasladó a Huesca cuando él aún era un niño. Huérfano de padre desde los 6 años
trabajó en una librería, en la que su jefe le animó a estudiar magisterio. Poco
después entró en la CNT y en el “Ateneo Cultural Libertario”. Con 18 años ya
era maestro nacional, ejerciendo en varios pueblos de Aragón y de Galicia. Fue
detenido en 1930 por apoyar la sublevación de Jaca, y después en 1932 y 33 por
participar en piquetes de huelga. El 18 de julio le pilló en zona nacional.
Junto con otros compañeros cruzó las líneas del frente y se incorporó a las
filas republicanas, siendo nombrado poco después Consejero de Transportes y Comunicaciones en el Consejo de Defensa de Aragón. Después
formó un grupo guerrillero, llamado “Los
libertadores”, que se infiltró en territorio enemigo y empezó a hacer
operaciones de sabotaje en la zona nacional. En 1937 se puso al frente del Servicio de Inteligencia Especial Periférico,
creado por los libertarios del frente de Aragón.
Cuando
acabó la guerra, los miembros del grupo Libertador,
que tenían su base de operaciones en ese momento en la Seo de Urgel (Lérida) escondieron varios depósitos de armas por la
zona y, tras dejar establecida una red de enlace clandestina en la España de Franco
pasaron a Francia, confundidos entre los miles de refugiados.
Francisco Ponzán Vidal, alias François Vidal
La
“tribu”, como ellos llamaban coloquialmente a su grupo, se reorganiza allí, estableciendo
su cuartel general en Toulouse y,
tras la ocupación alemana, se dedicaron a hacer operaciones de infiltración,
espionaje y sabotaje. Pronto contactaron con el Servicio de Inteligencia Británico y empezaron a coordinarse con él.
Poco después organizaron una red de evasión, en las dos direcciones: los que
huían de la Alemania nazi eran recogidos en territorio ocupado y trasladados, a
través de España, hasta Portugal o Gibraltar, donde eran entregados a las
autoridades británicas, y los represaliados en España o fugados de las cárceles
franquistas eran llevados hasta la Francia de Vichy, donde se les integraba en
los grupos de exiliados españoles.
“Pilar
Ponzán, al lado de su hermano, sería una de las personas clave de esta
organización metódica y precisa que había comenzado a funcionar como grupo
reducido y que se convirtió en una de las redes de evasión, información y
correo más importantes de la Segunda Guerra Mundial.
…
una
veintena de redes de evasión funcionaron con éxito entre Francia y España, casi
todas integradas por numerosos españoles, entre ellas las conocidas como Gallia,
Sabot, Reseau Maurice, Talion, Buckmaster o Comète. Entre todas habrían logrado
pasar más de siete mil personas. Ponzán mantuvo contacto con casi todas ellas
pero la Pat O’Leary sería la más famosa y la que también sería conocida como «Red
Ponzán».”[50][Los ingleses
llamaron a esta red la “Pat O’Leary”,
dado que fue ese agente británico el que estableció el contacto con Ponzán]
Paco
Ponzán fue detenido el 28 de abril de 1943 y encarcelado en la prisión de Saint-Michel
por fuerzas policiales colaboracionistas francesas dependientes de la Gestapo.
Tras el Desembarco de Normandía lo
trasladaron hasta la cárcel de Toulouse.
El 17 de agosto de 1944 una caravana de vehículos conducida por individuos con
uniformes de la Wehrmacht y de la Gestapo se llevó a 54 presos de esa cárcel,
entre los que se encontraba Ponzán, que llevaron hasta las afueras de Buzet-sur-Tarn, un pueblo que está a 25
kilómetros de Toulouse, donde fueron fusilados, rociados con gasolina y
quemados.
El
Crimen del Bosque de Buzet es uno de
los grandes enigmas de la Historia de Francia. Ha sido bastante investigado por
los historiadores de este país y a estas alturas hay práctica unanimidad entre
ellos en que los verdaderos autores fueron colaboracionistas franceses,
disfrazados de alemanes, que querían eliminar testigos incómodos que pudieran
impedirles reintegrarse en el aparato del estado de la Francia liberada.
Ponzán, y los otros 53 fusilados “sabían demasiado”.
Francisco Ponzán recibió a
título póstumo, en 1947, la Cruz de Guerra
con Palma de la República Francesa,
y en 1948 el grado de capitán “citándolo
como un resistente de remarcable coraje”[51].
El gobierno británico le concedió la Hoja
de Plata de su Majestad. Y el norteamericano la Medalla de la Libertad. Su hermana, Pilar Ponzán, recibió también la Legión de Honor de la República Francesa por su “destacada participación en la Resistencia”[52].
Españoles en la Resistencia Francesa
Estaban.
Aunque no aparezcan en la Historia, su combate
usurpado.
Están.
Como surcos. Como cicatrices.
Rastro imborrable tras el oscuro silencio.
Evelyn Mesquida
Cuando
los alemanes ocuparon la mayor parte de Francia, los únicos que tenían
verdadera experiencia de combate era los viejos soldados que pelearon en la Primera
Guerra Mundial (hacía ya una generación), una guerra de posiciones, de
trincheras y de grandes ejércitos, y los españoles, que acababan de salir de
una guerra en la que se había luchado casa por casa por todo su país, lo que
los convirtió en los combatientes más experimentados, más movilizados y
decididos de toda Europa. Las Compañías
de Trabajadores Extranjeros, compuestas mayoritariamente por españoles,
fueron la principal cantera de la Resistencia francesa, en su fase formativa,
contra el fascismo:
“Veníamos
de muchas discusiones y discusiones con gente como nosotros y aquellos hombres
nos impresionaron porque eran mayores, llevaba barba, iban mal vestidos, no nos
inspiraban seguridad… Pero tras la primera impresión y los primeros
intercambios nos distribuyeron armas y aquello fue una recompensa
extraordinaria. Tenían ametralladoras, granadas, pistolas… Y enseguida nos
enseñaron a utilizarlas. Nos dieron una pistola para cada uno, una Llama, de
marca española, una pistola automática que parecía del 45… En seguida nos
sentimos otros, estábamos armados, podíamos combatir…
No
nos dejaron respirar. El mismo día de la llegada nos dijeron que los
siguiéramos. Sin saber quién dirigía el grupo, hicimos unos 20 kilómetros en
bicicleta detrás de ellos hasta un pueblo, y allí, ayudados por ametralladoras,
nos apropiamos de un camión y, conducidos por un español, atravesamos varios
pueblos hasta llegar a una cabaña, una pequeña casa de piedra plana, con una
pequeña entrada. Los españoles entraron y salieron con unos containers repletos
de armas y material diverso que pertenecía a un grupo de la AS. Era un envío
reciente que habían ocultado allí y los de la MOI, que lo sabían, venían a apropiárselo.
Nos lo llevamos.”[53]
Ralph Finkler (miembro del maquis francés de Dordoña)
“Entre
las primeras unidades de combate de la Resistencia organizadas por el Partido Comunista
francés a partir de junio de 1941, la Mano de Obra Inmigrada (MOI), integrada
al principio casi totalmente por republicanos españoles, tuvo un destacado
papel en la lucha contra los ocupantes alemanes. […] Dos españoles, inolvidables y muy olvidados,
estuvieron desde el principio al mando de la nueva organización, Eliseo
Martínez-López, «León», y José Fernández, «Pernales»”.[54]
“Los
españoles aparecieron en las montañas y en los bosques, antes de que estuvieran
formados los maquis. Yo estaba en Grenoble y desde 1940 me preparaba para
realizar acciones clandestinas. […] Con
nosotros había muchos españoles. […] Eran
gente ruda pero sabían disparar, sabían hacer la guerra… […] En los maquis españoles había también
franceses. La mayoría de ellos estaban organizados a partir de un mando en
Toulouse, el coronel Tovar, con el que tuve relaciones de amistad. Su dirección
me fue facilitada por André Malraux.”
…
“No,
no se les ha reconocido. La gente no sabe la importante participación que
tuvieron. Nos enseñaron muchas cosas. La mayoría de nosotros no tenía formación
militar, no teníamos entrenamiento. Participaron en todos los combates y luego
se les dejó de lado, olvidados. Antes de terminar la guerra se fueron al Sur de
Francia para ir a combatir a España. Muchos se iban cantando. No participaron
de los honores. Es una injusticia pero fue así. No tenían a nadie para
reivindicarlos”.[55]
Maurice Nussembaum (dirigente francés del maquis Soleil)
Estos
testimonios nos pueden dar una idea de lo que significó la presencia española
en las filas de la Resistencia francesa contra el fascismo durante la Segunda Guerra
Mundial. Unos “extranjeros” que dieron su sangre para liberar a Francia sin
pedir nada a cambio. Sin que nadie los llamara… Lo hicieron por propia
convicción y, después, se volvieron a sus casas en silencio, mientras otros
celebraban la victoria… Y siguieron peleando, los que aún vivían… Siguieron
trabajando por una patria de la que formaba parte la humanidad entera.
Los
españoles fueron decisivos en los primeros momentos de la resistencia contra el
fascismo, ya que su gran experiencia y sus fuertes convicciones republicanas
los convirtieron en los maestros que enseñaron a los patriotas franceses todo
lo que había que saber para enfrentarse con éxito a las fuerzas invasoras.
Después se integraron en las estructuras políticas y militares de una
Resistencia francesa que no paró de crecer hasta la liberación. Pero muchos de
ellos mantuvieron su propia autonomía organizativa hasta el final de la guerra.
La Resistencia en la Alta Saboya: La Meseta
de Glières
“Desde
hace algún tiempo, en las montañas de Glières, en la zona de Thorens, se ofrece
un circuito turístico de cuatro horas con un desnivel de 530 m y una altitud de
1.425 m. La ruta se llama “Sendero de los españoles”. Es uno más de los que
existen en diversos lugares de Francia y que ahora se visitan rindiendo
homenaje a aquellos hombres.
En
la Alta Saboya son decenas y decenas de senderos los que podrían llevar ese
nombre… La presencia y la resistencia de los españoles dejó una huella profunda
en la memoria de los habitantes de la región.”[56]
En
la Alta Saboya tenían su base los batallones de cazadores alpinos del ejército
francés, un cuerpo especializado en las condiciones extremas de la alta
montaña. Durante la república de Vichy se formó en su seno una organización
clandestina llamada la Armée Secrète (AS),
en español el Ejército Secreto, que
entró pronto en contacto con otra organización clandestina, Combat, que a su vez estaba conectada
con los grupos de maquis españoles de los MOI
(Mano de Obra Inmigrada) y que junto a otros grupos habían formado una
coordinadora llamada Movimientos Unidos
de la Resistencia que estaba en contacto con el Ejército de la Francia Libre, que dirigía desde Inglaterra Charles De Gaulle y que avanzaba
combatiendo, de sur a norte, en las colonias francesas de África Occidental.
A
principios de marzo de 1944 el Comandante Valett
d´Ossia, del Ejército Secreto,
recibió la orden de conquistar y defender la Meseta de Glières, una
zona relativamente llana de 16 km² en las montañas de la Alta Saboya, a la que sólo se podía acceder a través de
desfiladeros estrechos muy fáciles de defender. El Batallón de Glières,
creado para llevar a cabo una misión que tenía mucho de suicida, ya que estaban
rodeados de alemanes por todas partes, estaba formado en un principio por 98
hombres, 56 de ellos españoles. Una vez tomada la posición se le unirían
voluntarios de la zona, llegando a alcanzar los 456 combatientes, que se
organizaron en secciones, a las que llamaron: Liberté Chérie, Leclerc, Verdun, Ebro… La sección Ebro, mandada por Antonio Vilches, era exclusivamente española, pero en el resto
también había un alto componente hispano.
Poco
después la BBC, desde Londres, empezó a emitir por radio:
“Tres países
resisten en Europa, Grecia, Yugoslavia y Alta Saboya”[57].
Era
obvio que para De Gaulle y su Estado Mayor
esta era una operación claramente propagandística, ya que 450 hombres, rodeados
de tropas alemanas en lo alto de la montaña no podían aspirar más que a resistir,
como mucho, unas pocas semanas.
El
12 de marzo comenzaron las operaciones militares germanas, a las que llamaron “Operación Korporal”. 8.500 hombres, 6.000
de ellos alemanes y 2.500 franceses se lanzaron contra la Meseta, que resistió
hasta el día 26, cuando se dio la orden de retirada. La mayor parte de los defensores de Glières, un alto
porcentaje de ellos españoles, murieron allí. Pero más de un centenar pudieron
abrirse paso a tiros y reagruparse después en otras montañas cercanas, para
seguir combatiendo. Meses más tarde ese grupo liberará la ciudad de Annecy y los pueblos de su comarca.
A
20 kilómetros de Annecy, en el
cementerio de Morette, están
enterrados 120 de los maquis de Glières.
Entre ellos Félix Belloso, Patricio Roda,
Pablo Hernández, Victoriano Ursúa Salcedo… inmortalizados por José Ángel Valente en su poema “Cementerio de Morette-Glières” (1944):
“No reivindicaron
más privilegio que el de morir
para que el aire fuese
más libre en las alturas
y los hombres más libres.
Ahora yacen,
con su nombre o anónimos,
al pie de Glières ante la roca pura
que presenció su sacrificio.
Hombres
de España entre los muertos
de la Alta Saboya:
ellos lucharon por su luz visible,
su solar con sus hijos, más vosotros
sólo
por la esperanza.”[58]
La batalla de La Madeleine
En
la aldea de La Madeleine, en el
departamento del Gard, a 45 km al noroeste de Nimes, cerca de un castillo en
ruinas que se ve desde el pueblo, se libró entre el 23 y el 25 de agosto de
1944 una de las más importantes batallas libradas por la Resistencia Francesa.
“Desde
principios de julio de 1944, las fuerzas alemanas acantonadas en el sur de
Francia habían recibido órdenes de evacuar sus tropas y dirigirse hacia el
norte para combatir a los ejércitos aliados desembarcados en Normandía.”[59]
En
la zona de Nimes actuaba la Tercera División de guerrilleros españoles,
que estaba integrada en la Unión Nacional
Española (UNE), grupo armado creado por el PCE, que formaba parte a su vez
de las Fuerzas Francesas del Interior
(FFI). Este grupo guerrillero estaba mandado por Cristino García, que había combatido en la Guerra Civil Española a
las órdenes de Líster.
“Nos
habían advertido que una columna de soldados alemanes que se dirigía hacia el
valle del Ródano, pasaría probablemente por la carretera cercana a La Madeleine.
Nosotros
sabíamos por experiencia que las tropas alemanas eran capaces de las peores
represalias contra la población civil, sobre todo en los momentos de derrota…
La columna anunciada agrupaba más de mil soldados alemanes.
Dos
días antes del ataque nos habíamos reunido los miembros del Estado Mayor para
preparar la emboscada. Después, descendimos de las montañas de Cévennes para
acercarnos al lugar por donde debían pasar, con el fin de tomar posiciones.”[60]
Cristino García había sido
herido pocos días antes en otra operación guerrillera y no podía combatir. Así
que encomendó la dirección de la misión a Gabriel
Pérez y a Miguel Arcas, alias “Víctor”. El grupo estaba compuesto por 40
personas, 38 hombres (36 españoles y 2 franceses) y 2 mujeres (ambas francesas).
“…fueron
distribuidos entre los muros del castillo, en el cruce de La Madeleine, cerca
del río y de un puente que dominaba la carretera, dispuestos de forma
estratégica en un arco con una longitud de 700 m y fuertemente armados.[61]
El
convoy alemán estaba compuesto por 60 camiones, 4 tanquetas y numerosos cañones
antitanque y antiaéreos, junto a más de mil soldados. Los guerrilleros hicieron
saltar con dinamita dos tramos de la carretera, entre los que embolsaron a la
columna, y destruyeron los camiones de la cabeza y de la cola, para inmovilizarlos.
Les disparaban desde todas las posiciones posibles, moviéndose con rapidez para
dar la impresión de que eran muchos más de lo de los que eran en realidad.
Tras varias horas de lucha los españoles pudieron contactar con los aliados y consiguieron que estos mandaran dos aviones ingleses, que ametrallaron desde el aire a los alemanes. Poco después se les unía otro grupo guerrillero, con otros 40 milicianos que reforzaron la posición. Los alemanes pidieron parlamentar y tras los primeros contactos se negaron a seguir hablando con los españoles, pidiendo hacerlo con algún oficial de un ejército regular. Así que hubo que esperar a que llegaran dos oficiales, uno del ejército francés y otro del inglés, para que los alemanes aceptaran la rendición. Después de haberlo hecho se les informó que el grupo que los había derrotado sólo tenía 40 efectivos, todos milicianos. Los alemanes no podían dar crédito a lo que oían. De hecho, el general Konrad A. Nietzsche, al mando de la columna, se suicidó cuando lo supo
Sólo tres guerrilleros fueron heridos en esa operación. Todos fueron condecorados por ella con la Cruz de Guerra con Estrella de Plata.
“…los
republicanos españoles contribuyeron ampliamente a liberar en aquella zona las
ciudades de la Grand-Combe, Alès, Nimes, Villefort, Mende, Langogne, Le Bleymard
y Privas, entre otras. En pocos días, más de 40 pueblos y ciudades fueron
liberados mayoritariamente por los españoles, en toda Francia.”[62]
El Ejército de la Francia Libre
El
general Charles De Gaulle fue
nombrado Subsecretario de Estado en el Ministerio de la Guerra, el 7 de junio
de 1940, en plena desbandada del ejército francés ante las fuerzas alemanas. El
día 8 voló a Londres para hablar con Winston Churchill, al que le pidió más
ayuda para intentar contener al enemigo, llegando a un acuerdo con él, por
escrito, el día 10… Demasiado tarde.
El 14 los alemanes entraron en París y el 17 Pétain pidió un armisticio a los
alemanes, que se firmó el día 22. El 18 de junio de 1940 De Gaulle, apoyado por el Primer Ministro británico, se dirigió por
radio desde la emisora de la BBC de Londres a todos los franceses, para
pedirles que continuaran la lucha contra los invasores:
“¿Se
ha dicho la última palabra? ¿Debe perderse la esperanza? ¿Es definitiva la
derrota? ¡NO! […] nada está perdido para Francia. Los mismos
medios que nos han vencido pueden traer un día la victoria. ¡Porque Francia no
está sola! ¡No está sola! […] Ocurra
lo que ocurra, la llama de la resistencia francesa no debe apagarse y no se
apagará.”[63]
Acababa
de nacer el Ejército de la Francia Libre.
A partir de ese momento miles de voluntarios se irán poniendo a sus órdenes con
el objetivo declarado de volver a echar a los alemanes de Francia.
Cuando
estalló la guerra, el capitán Philippe de
Hauteclocque fue enviado a la primera línea del frente con la Cuarta División
de infantería, y allí vivió en primera persona como el ejército alemán laminaba
al francés en pocas horas, a mediados de mayo de 1940. La mayor parte de las
tropas francesas serán hechas prisioneras. Hauteclocque
destruyó sus documentos militares y se vistió de civil. Así consiguió llegar a
la París ocupada el 25 de junio, donde unos amigos le informaron del
llamamiento que había hecho el general De Gaulle. Inmediatamente decidió unirse
al nuevo Ejército de la Francia Libre que se estaba formando en Inglaterra. Cruzó
en bicicleta Francia y España y se presentó en la embajada británica en Lisboa,
desde donde embarcó hacia Inglaterra, dónde consiguió entrevistarse con el
mismísimo De Gaulle el 25 de julio.
El
6 de agosto se incorporó, como comandante, al nuevo ejército que se acababa de
formar y recibió una nueva identidad con la que pasaría a la historia: François Leclerc. Éste era un nombre “de
guerra”, que todos los resistentes recibían para impedir que el enemigo tomara
represalias contra sus propios parientes y amigos en la Francia ocupada o en la
de Vichy.
“Las
órdenes que el General De Gaulle le entregó en Londres autorizaban al soldado Leclerc
a representarlo en todas las negociaciones e iniciativas políticas y militares
que pudiera tomar sobre el terreno, para conseguir que las colonias francesas
de África occidental y ecuatorial rechazaran el armisticio de Pétain y se
unieran a la Francia Libre para continuar la guerra contra los alemanes y los
italianos. Para el General De Gaulle, la liberación de Francia debía pasar
obligatoriamente por la recuperación y defensa de su imperio, para lo cual
consideraba necesario, con la ayuda del gobierno inglés, reemplazar con rapidez
a los gobernadores hostiles o indecisos.”[64]
Lo
mandaban a África para hacer proselitismo… Con 25 hombres… A las 5 de la mañana
del 27 de agosto de 1940 el grupo entró en la ciudad de Duala y ocupó, en plena noche, los principales centros
administrativos de la ciudad (correos, telefónica, estaciones, comisarías y
comandancia), sin el más mínimo problema.
A
las 11 de la mañana se dirigió a la multitud desde la residencia del gobernador
y anunció que, por orden del general De Gaulle, él sería el nuevo gobernador de
Camerún y que la colonia había pasado a formar parte de la Francia Libre. Al
día siguiente se le unen el Congo-Brazzaville y el Chad. En apenas tres días
había hombres obedeciendo sus órdenes hasta las fronteras con la Libia
italiana, donde actuaban los ejércitos de Rommel.
En
Londres, De Gaulle anunció en la BBC que los territorios franceses del África Ecuatorial
“habían entrado en guerra”. Poco
después un cuerpo expedicionario con los 2.700 soldados con los que contaba en ese
momento el Ejército de la Francia Libre,
partía para África. Entre ellos varios centenares de españoles que ya se habían
enfrentado a los alemanes en Narvik (Noruega) o en Dunkerque (En paralelo, los
ingleses creaban también la Spanish
Company, en el ejército inglés, formada también por republicanos españoles).
Un destacamento de estos recién llegados son enviados inmediatamente, a las
órdenes del comandante Koening (buena
parte de cuyos miembros también eran españoles) hacia el Mar Rojo, a través del
Sudán británico, rumbo a la colonia italiana de Eritrea, que conquistan en
pocos días, capturando 4.000 soldados enemigos. Después se unen a las tropas
inglesas en el-Alamein (Egipto) y Bir
Hakeim (Libia), para combatir a los ejércitos de Rommel.
Leclerc, ascendido ya a
coronel, se va abriendo paso poco a poco a través del desierto, llegando a Trípoli
el 24 de enero de 1943. El 8 de mayo entrará en Túnez con el conjunto de las
fuerzas aliadas al frente de los “cuerpos
francos”, que era como se les llamaba en ese momento para diferenciarlos
del resto de militares franceses, procedentes del antiguo ejército de Vichy de África
del Norte, que se había cambiado de bando tras el desembarco aliado en
Marruecos y en Argelia.
Tras
la conquista de Túnez, casi todos los españoles que formaban parte del ejército
de Vichy, junto con un 17 % de sus efectivos de origen francés, desertan en
masa y piden ponerse a las órdenes de Leclerc,
que ya era general de división. Los españoles llegaron a representar un elevado
porcentaje de los efectivos de los cuerpos
francos, que pasaron a llamarse la Segunda
División Acorazada tras recibir el armamento blindado más moderno, de
origen norteamericano, y el refuerzo de los voluntarios de África del Norte. La
Segunda División Acorazada se convirtió en la fuerza de choque del nuevo
ejército francés que había ido surgiendo durante la guerra, y también en la
división más moderna y experimentada del mismo. Antes de que sus efectivos saltaran
al continente europeo se hizo una reorganización completa y entonces apareció
la novena compañía, casi
exclusivamente española. La “Nueve”.
La Nueve
“«¡Ah,
La Nueve!» «¡Sabían luchar!» «No retrocedían nunca. No cedían ni un palmo de
terreno conquistado. Iban siempre delante».”[65]
“Guerreros
valientes y experimentados.”
Raymond Dronne (Capitán de La Nueve)
La Nueve fue, simplemente, la compañía que liberó París. La que
echó de la capital francesa a los alemanes. Nada más y nada menos. Tenía 160
soldados, 146 de los cuales eran
españoles.
“La
lengua hablada corrientemente era el castellano, la gran mayoría de sus
oficiales eran españoles, las órdenes se daban en español e incluso el turuta
tocaba con la corneta el despertar matinal «en español».
…
Aquellos
hombres procedían de todas las regiones de España. La mayor parte había luchado
en las filas del ejército republicano o en las milicias populares durante la
guerra y todos tenían experiencia de combate.”[66]
Al
frente de la compañía estaba el comandante Joseph
Putz, un héroe condecorado de la Primera
Guerra Mundial que se alistó en las Brigadas
Internacionales durante la Guerra Civil
Española, donde llegó a desempeñar el grado de coronel, segundo al mando
del general Walter. Combatió en las
batalla del Jarama y de Guadalajara y también en la defensa de Bilbao. Después se
reincorporó al ejército francés con el grado de capitán, y fue destinado a África
del Norte, donde procuró rodearse de viejos republicanos españoles, que el
resto de oficiales, mucho más conservadores que él, preferían evitar.
Finalmente fue expulsado del ejército de Vichy, uniéndose después a los cuerpos francos de Leclerc, al que pidió que le permitiera formar una compañía de
españoles.
El
segundo al mando de La Nueve era el capitán Raymond
Dronne, que se unió a las fuerzas de Leclerc
en Duala, siguiéndolo en todas las
campañas de África del Norte.
[Cuando] “…fue nombrado Capitán de La Nueve. Al
entregarle el mando, Leclerc se lo
anunció, explicándole que era una compañía de voluntarios españoles que daban
miedo a todo el mundo: «Son buenos soldados, creo que usted podrá con ellos».”[67]
El
tercero era el teniente Amado Granell,
español. Fue el primer soldado aliado que entró en la alcaldía de París.
[Granell] “Encabezó la columna de vehículos de la 9.ª
Compañía de la 2.ª División Blindada que, integrada por republicanos españoles,
fue la primera unidad militar aliada que entró en París tras su ocupación por
la Wehrmacht[68].
Como tal, apareció en la portada del diario Libération al día siguiente de la
Liberación de París, reunido con el líder de la resistencia francesa Georges
Bidault y el prefecto del Sena, aunque en el titular se decía que había sido el
capitán Raymond Dronne «el primer francés que llegó al Ayuntamiento» de París[69].[70]”[71]
Portada del diario Libération del 25 de agosto de 1944. El militar de la derecha es el español Amado Granell, el primer soldado aliado que entró en el Ayuntamiento de París, al mando de una columna de la Nueve.
La Nueve era una
compañía blindada, de tanquetas ligeras “half-tracks”.
Le habían puesto nombre a todas ellas (Guadalajara,
Brunete, Teruel, Madrid, Ebro, Santander, Belchite, Don “Quichotte”, Guernica, Buiza,
Libération, Cap Serrat, Tunisie…) Dicho nombre estaba grabado en los
laterales. En la parte frontal de las mismas estaban pintadas, además, dos
banderas. La del Ejército de la Francia Libre
y la tricolor republicana.
El
24 de agosto de 1944 La Nueve se abre
paso entre las fuerzas alemanas que defendían París. Así lo cuenta un
periodista americano que entró con ellos:
“…emprendimos
la marcha hacia París y al llegar al pueblo de Antony fuimos detenidos por un
escuadrón motorizado de republicanos españoles. La lucha en aquel sector se había
recrudecido y aquellos aguerridos muchachos de la república española
consideraron peligroso nuestro avance. […]
Sus tanques y auto-blindados llevan pintados en la parte delantera y en sus
lados nombres tan sugestivos como Ebro, Guadalajara, Belchite… Y enarbolan la bandera republicana.
Proseguimos la marcha y antes del mediodía alcanzamos los arrabales de la
capital, siempre precedidos por los republicanos españoles, que eran aclamados
con un indescriptible delirio por la población civil.”[72]
Poco
después:
“Victoria
Kent observaba la calle desde la ventana, silenciosa, inmóvil. […] De repente quedó paralizada, con el
auricular en la mano: en la radio, surgiendo de un enorme estruendo, una voz
jadeante y mucho más clara, explicaba que los tanques de la División Leclerc
acababan de llegar a la alcaldía de París, que había entrado en la capital, que
había sido duro y emocionante llegar hasta allí… que durante todo el trayecto
las tropas del general Leclerc habían despertado oleadas de entusiasmo. El
locutor hablaba rápido, excitado: «Los vehículos de la División Leclerc llegan
conducidos por españoles.»
Victoria
se apoyó en la pared. ¡Conducidos por españoles! ¡Los vehículos de Leclerc
habían llegado! ¡Iban conducidos por españoles! Se cubrió la cara con la mano:
españoles… ¡Españoles en la División Leclerc! Había comprendido, lo había oído
con claridad: los hombres de las primeras tropas liberadoras que habían entrado
en París no eran los americanos que esperaban, eran los hombres de Leclerc,
republicanos españoles.
Una
emoción intensa llenó sus ojos de lágrimas. Cuántas cosas pagadas en un
momento. Eran las nueve y veintiséis minutos de la noche. Unos instantes
después; un intenso clamor de campanas fue multiplicándose y multiplicándose,
por todo País.[73]
…
Al
llegar a la plaza, el primer vehículo de la sección mandada por Dronne, el half-track
Guadalajara, atravesó la plaza y se instaló junto a una acera de la calle de Rivoli,
cerca de las tiendas Les ciseaux d´arguent y Zapatos Mansfield. Zubieta, Abenza,
Luis Ortiz, Daniel Hernández, Argüeso, Luis Cortés, alias el Gitano, Ramón Patricio, alias Bigote, junto al sargento jefe, De Possese,
saltaron del blindado y se instalaron en posición de defensa, con las
ametralladoras en la mano. «¡Son los franceses!», gritaba la gente que iba
llegando, señalando a los españoles.
Amado
Granell los estaba esperando en la puerta del Ayuntamiento. Cuando llegó el
Capitán Dronne, entregó el mando de la columna a Granell y, escoltado por el
armenio Pirlian, el capitán de La Nueve subió la gran escalera central del
edificio, donde ya le esperaban Bidault y los jefes de la Resistencia del
interior, felices de encontrar por fin a un soldado francés… Los vehículos
militares de La Nueve habían sido instalados en forma de erizo, alrededor de la
plaza. El Teruel se instaló enfrente, junto al Sena. Germán
Arrúe se situó delante, metralleta en mano.”[74]
El
26 de agosto el ejército francés desfilaba por París y De Gaulle era aclamado
por la multitud. Abría el desfile… Amado
Granell
“De
Gaulle quiso asegurarse el papel principal, dejando en un segundo plano a los
miembros de la Resistencia en la ciudad. En primer lugar, acudió con los
hombres de «La Nueve», que se convirtieron en su escolta en esos días en París,
a rendir un homenaje en la tumba del soldado desconocido[75]. El
desfile posterior estaba encabezado por La Nueve, con Amado Granell al frente[76].
Además, una bandera de la Segunda República Española atravesaba la avenida de
los Campos Elíseos[77].”[78]
La guerra sigue
Tras
la batalla de París las tropas de Leclerc se integran en el XIV Ejército
americano, con la nueve de punta de lanza. Combatieron en Ardelot, Dompaire, Châtel, Vaxoncourt… El 23 de noviembre fueron
las los primeros en entrar en Estrasburgo:
“Doce
mil militares y veinte mil civiles alemanes se rindieron en pocas horas.
Aquella gesta se convertiría en uno de los más brillantes episodios de la
historia militar francesa… Los soldados de la 2ª DB, lanzados en cinco columnas
-tantas como los caminos que conducían a la ciudad- llegaron velozmente y ocuparon
la ciudad con un mínimo de víctimas. La Nueve entró en vanguardia, al lado del coronel
Putz. Poco después, la bandera francesa ondeaba en la cúspide de la catedral.”[79]
Poco
después la 12ª División Blindada americana perdió en combate una de sus
unidades de tanques, imprescindible para continuar su avance por territorio
alemán… La reemplazó La Nueve. Objetivo: Berschtesgaden,
en los Alpes austriacos, una pequeña estación de montaña, a 50 kilómetros al
sur de Salzburgo y a 3.000 metros de altitud, donde estaba la residencia del Führer
conocida como “El Nido de Águilas”,
defendido por las SS, que habían excavado en la roca diez pisos de túneles y de
galerías secretas. La posición fue tomada… Allí les llegó la noticia de que la
guerra había terminado. Poco después todos volverían a Francia y la gran
mayoría de los españoles a la vida civil, esperando el día en que pudieran
volver a España. Muchos pensaban, que, tras acabar con los nazis y los
fascistas, los aliados les ayudarían a reconquistar su país, pero no fue así.
Aunque de eso hablaremos otro día.
[1] Carlos Hernández de Miguel: Los Campos de concentración de Franco.
Grupo Editorial Peguin Random House. Barcelona. 2019.
[2] Bartolomé Bennassar: La Guerre d’Espagne et ses lendemains.
Ed. Perrin, Paris, 2004.
[3] Rubió Coromina, Jordi (2015). L'èxode català de 1936 a través dels
Pirineus. Maçanet de la Selva: Gregal.
[4] Bartolomé Bennassar. Ibíd.
[6] Ibíd.
[7] Para mayor
información sobre la actuación de la sociedad argentina consúltese Bocanegra, Lidia; “La República
Argentina: el debate sobre la Guerra Civil y la inmigración” en ¡Ay de los vencidos! El exilio y los países
de acogida, Ed. Eneida, Madrid, pp. 189-233.
[8] Vilar, Juan B.; “El exilio español de
1939 en el Norte de África”, en ¡Ay de
los vencidos! El exilio y los países de acogida, Ed. Eneida, Madrid, pp.
71-72
[10] Evelin Mesquida: La Nueve, los españoles que liberaron París. Penguin Random House
Grupo Editorial. Barcelona. 2008.
[11] Federica Montseny: El éxodo. Pasión y muerte de españoles en el exilio. Galba.
Barcelona. 1969.
[12] Evelin Mesquida
(Ibíd).
[13] Ibíd.
[14] Claude G. Bowers: Ma mision en Espagne. Flammarion. París. 1956, p. 399. Citado por
Evelin Mesquida en La Nueve, los españoles
que liberaron París.
[15] Albert Camus: “Pourquoi l´Espagne”, Combat, diciembre de 1948.
[16] El Socialista,
22/9/1949.
[17] Evelyn
Mesquida. Ibíd.
[18] http://www.culturaydeporte.gob.es/cultura/areas/archivos/mc/centros/cida/guias-de-lectura/guia-exilio-espanol-1939-archivos-estatales/ninos-guerra.html (25/3/2021)
[20] «65 años como
“niño de la guerra” en Rusia», reportaje en El País sobre la vida de Alberto
Fernández, presidente del Centro Español de Moscú.
[21] «Identidad y
memoria colectiva en “Los Niños de Rusia”», Colorado Review of Hispanic
Studies, vol. 1, n.º 1, 2003; pág. 9.
[22] Castillo Rodríguez, Susana. Memoria, Educación e Historia: el caso de
los niños españoles evacuados a la Unión Soviética durante la Guerra Civil
Española. Tesis doctoral. Madrid, 1999. Página 5.
[23] Ibíd. P.10.
[25] Alted Vigil, Alicia (2005). «El
“instante congelado” del exilio de los niños de la guerra civil española»,
revista Deportate, Esuli, Prófughe, n.º 3, págs. 263-281.
[26] Informe de la Dirección General de
Inmigración de 11/05/06. Ministerio de Trabajo e Inmigración, Gobierno de
España.
[27] «Desde Santurce
a Leningrado», El Correo Digital Archivado el 1 de noviembre de 2008 en la
Wayback Machine., 15 de junio de 2008.
[29] Centro
Documental de la Memoria Histórica (CDMH), fondo Carlos Esplá, exp. 3.8/4446, Informe sobre los niños españoles en Morelia,
México, 29 de diciembre de 1941.
[30] AMAE, fondo
JARE, caja M-303, (1944) "Normas para el funcionamiento de las Casas-Hogar
México-España", México, 17 de febrero de 1944.
[32] Periódico
Excélsior. Miércoles 3 de junio de 1987 Sección B portada.
[35] Coordinación de
Difusión Cultural UNAM, Cincuenta años
del exilio español en la UNAM, México, 1991
[36] Aportaciones literarias de los escritores
españoles exiliados en México (Página web ya desaparecida)
[38] Robert Laffont. On chantait rouge. París, 1977, p.
267. Citado por Evelyn Mesquida.
Ibíd.
[39] Entrevista con
Angelita Rodríguez. En Evelyn Mesquida.
Ibíd.
[40] Evelyn
Mesquida. Ibíd.
[42] Luis I. Rodríguez, Misión de Luis I. Rodríguez en Francia: la protección de los refugiados,
El Colegio de México, México, ISBN 968-12-0874-9, pág. 277.
[44] https://toulouse.cervantes.es/es/biblioteca_espanol/fondo_exilio/historia.htm#:~:text=Un%20poco%20de%20historia,-Recogemos%20aqu%C3%AD%20algunos&text=En%20febrero%20de%201939%2C%20475.000,refugiados%20espa%C3%B1oles%20permanecen%20en%20Francia. (16/4/2021)
[45] https://www.lavanguardia.com/cultura/20200505/48973724359/registro-online-espanoles-campos-concentracion-nazi.html (Consultado el
22/4/2021)
[46] Stanisław Dobosiewicz (2000). Mauthausen-Gusen; w obronie życia i ludzkiej
godności. Varsovia: Bellona. pp. 191-202.
[47] Władysław Gębik (1972). Z diabłami na ty
(Calling the Devils by their Names). Gdańsk: Wydawnictwo Morskie. p. 332.
[49] Ibíd.
[50] Evelyn Mesquida: Y ahora, volved a vuestras casas. Penguin Random House Grupo
Editorial. Barcelona. 2020.
[51] Ibíd.
[52] Ibíd.
[53] Ibíd.
[54] Ibíd.
[55] Ibíd.
[56] Ibíd.
[57] Ibíd.
[58] Ibíd.
[59] Ibíd.
[60] Anne-Marie García: Adiós, guerrillero. Angeville. Association La Brouche. 2013.
[61] Evelyn Mesquida: Y ahora, volved a vuestras casas. Penguin Random House Grupo
Editorial. Barcelona. 2020.
[62] Ibíd.
[64] Evelin Mesquida: La Nueve, los españoles que liberaron París. Penguin Random House
Grupo Editorial. Barcelona. 2008.
[65] Ibíd.
[66] Ibíd.
[67] Ibíd.
[68] El Periodic: «El periodista Rafael
Torres presenta el libro en el que narra la vida de nuestro paisano Amado
Granell Archivado el 4 de julio de 2017 en la Wayback Machine.» Consultado el
31 de mayo de 2013.
[69] El Periodic: «Trilles: “Amado Granell
fue un hombre libre y utópico que luchó por sus ideales hasta las últimas
consecuencias”» Consultado el 31 de mayo de 2013.
[70] "El héroe
valenciano que liberó París", El
País, 10 de agosto de 2014.
[71] https://es.wikipedia.org/wiki/Amado_Granell (30/4/2021)
[72] Evelin Mesquida: La Nueve, los españoles que liberaron París. Penguin Random House
Grupo Editorial. Barcelona. 2008
[73] Basado en el
texto del libro de Victoria Kent: Quatre ans à Paris. Le libre du jour.
París. 1947.
[74] Evelín
Mesquida: Ibíd.
[75] Serrano, Secundino: La última gesta. Los republicanos que
vencieron a Hitler (1939-1945) Ediciones El País, S.A. p. 784.
[76] Hernández Amorós, Francisco. «Españoles
en la liberación de París». Consultado el 23 de enero de 2008.
[77] Serrano, Secundino: La última gesta. Los republicanos que
vencieron a Hitler (1939-1945) Ediciones El País, S.A. p. 784.
[79] Evelín
Mesquida: Ibíd.
No hay comentarios:
Publicar un comentario