jueves, 18 de julio de 2024

Andalucía, ¿puente o frontera?




La historia de nuestra tierra esconde varias sorpresas que han sido silenciadas y cuya omisión ha cambiado por completo la narrativa acerca de un pasado que es muy diferente al que nos han enseñado.

Andalucía ocupa una posición geoestratégica única que nos marca los límites de las posibles alternativas que se abren ante nosotros. Y tiene una historia apasionante, que ha ido abriendo nuevos caminos a través de los siglos al resto de la Humanidad, que ha tejido una red de alianzas, de conexiones profundas con multitud de pueblos, algunos de los cuales habitan muy lejos de nosotros. Esos puentes, que cruzan océanos, nos han definido históricamente y nos han convertido en referentes para millones de personas que vibran en una frecuencia que resuena con la nuestra.

A lo largo del tiempo hemos ido ejerciendo de manera alternativa las dos funciones que nuestra tierra puede desempeñar en el entorno geopolítico en el que vivimos: la de puente y la de frontera. Por eso es importante sumergirse en la verdadera historia de lo que hemos sido y de lo que somos para poder inferir los posibles caminos de futuro que se abren ante nosotros.

Nuestro papel histórico de guardianes del Estrecho ha determinado buena parte de nuestra historia, ya que ha sido -hasta 1869- la única puerta que comunicaba el Mar Mediterráneo con el Océano Atlántico, lo que ha empujado históricamente hacia nuestra tierra a una gran cantidad de ejércitos que buscaban tomar el control de ese importante paso que, desde la apertura del Canal de Suez -en el otro extremo del Mediterráneo- abre, además, la ruta entre el Atlántico y el Índico, es decir, conecta las costas nororientales de Norteamérica y las occidentales europeas con el sur de Asia.

Este simple dato nos puede ilustrar bastante acerca de la gran cantidad de presiones de todo tipo que se ejercen sobre los habitantes de esta tierra y que están detrás, en última instancia, tanto de la realidad estructural actual como de la imagen que se ha construido para justificarla.

Esto nos convierte, además, en una importante base logística a través de la cual se garantiza el paso de las fuerzas y los suministros de los países occidentales hacia los conflictos del Próximo y del Medio Oriente. También del flujo de mercancías hacia o desde los mercados de Asia Oriental.

Pero la importancia geoestratégica andaluza no se agota en su componente este-oeste, es decir, en el carácter de válvula de control de la comunicación marítima entre el Mediterráneo y el Atlántico. También es fundamental su componente norte-sur, es decir, la conexión terrestre entre los pueblos europeos y norteafricanos, que en los tiempos que estamos viviendo adquiere una relevancia cada vez mayor. Sólo daré un dato que sintetiza la situación: África, en 1960, tenía 283 millones de habitantes, frente a 605 millones de europeos. En la actualidad tiene 1.340 millones, frente a 748 millones de europeos. Sólo los 14 kilómetros de anchura que posee el Estrecho de Gibraltar separa ambos espacios. Sin embargo, hay muy poca consciencia entre la población de lo que esto significa.

Como podrá ver ni podemos, ni debemos ignorar esta multitud de factores de carácter geopolítico que singularizan la tierra en la que nos ha tocado vivir, que ha condicionado históricamente nuestra forma de vida y seguirá haciéndolo en el futuro: somos prisioneros de nuestra geografía. Por tanto, en cualquier análisis, valoración o proyecto político, social o económico que hagamos tendremos que introducir estos factores que marcan límites a nuestra capacidad de maniobra.

La pertenencia histórica de Andalucía al estado español cambia la naturaleza de éste ya que España, sin Andalucía, es un apéndice que le sale a Europa por el suroeste. Con ella es un punto de encuentro de Europa con los mundos exteriores a la europeidad, un puente hacia las Canarias, África e Iberoamérica. Esta realidad factual y estructural será determinante durante las próximas generaciones para la relación que la Unión Europea decida establecer con esa parte del mundo, son regiones que no dejan de ganar peso relativo en el ámbito global, cuya conexión garantizamos pero que, en paralelo, empujarán a ésta a intentar condicionar todos los procesos de toma de decisiones que nos afecten.

Nuestra historia, además, presenta algunas sorpresas que contradicen la narrativa que se ha venido imponiendo durante los últimos siglos y que sólo busca ocultar el verdadero papel que hemos venido desarrollando desde hace milenios. Lo que hoy vemos como la periferia europea ha sido, históricamente, el corazón de la Civilización Hispana, el pegamento de la Hispanidad. Es imposible explicar la construcción del mundo moderno sin esa pieza fundamental que, en su día, fue la clave de bóveda sobre la que se ha edificado la estructura política global en la que hoy vivimos.

El territorio andaluz sufrió un proceso de segregación política con respecto al resto del estado español a partir del siglo XVIII de la que no somos, en absoluto, conscientes y que ayudan a explicar no sólo nuestra posición estructural actual dentro de él sino, también, buena parte de las tensiones territoriales que han ido agudizándose, por toda la Península, a lo largo de los siglos XIX y XX.

La principal consecuencia de todo lo que hemos dicho hasta ahora es que estamos obligados a replantearnos el tipo de relación que queremos mantener con el resto de territorios que forman el Estado español, el papel que desempeñamos como frontera exterior tanto de la Unión Europea como de la OTAN y el rol que queremos desempeñar en la relación que dicha Unión mantenga en el futuro con África y con Iberoamérica. También la estrategia de desarrollo interior que debemos impulsar en nuestra tierra. Si queremos profundizar en el modelo de sol y playas o apostamos de una vez por el despegue de una industria que sepa explotar las ventajas comparativas derivada de la importante posición geográfica en la que nos encontramos. Nuestros puertos están situados en un lugar privilegiado para el tráfico marítimo internacional, presentando así una potente base de sustentación para el desarrollo de un sector secundario que necesita urgentemente fortalecer las conexiones por tierra, fundamentalmente por ferrocarril, con el resto de territorios que nos rodean y que pueden ayudar a situar nuestros productos en muy pocas horas en el corazón de Europa.

Nuestra importante fachada marítima, por otro lado, nos abre la puerta a un importante desarrollo científico y tecnológico relacionado con el mar y con la oceanografía, abriendo un nuevo umbral de descubrimientos y de desarrollos tecnológicos de cara al futuro.

Como vemos el potencial que presenta nuestra tierra es formidable, si sabemos estar en la onda adecuada, aunque lo primero que tenemos que hacer es tomar conciencia de esta apasionante realidad que tenemos ante nosotros.



Son estas consideraciones las que me han llevado a escribir el libro “Andalucía, ¿puente o frontera?”, que acaba de publicar la Editorial Mascarón de Proa y que está ya disponible en librerías, plataformas y en la web de Almazara Libros o la de Mascarón de Proa

Viaja con nosotros a través del tiempo y del espacio para descubrir los diferentes desafíos que el futuro nos presenta, que nos obligarán a redefinirnos de nuevo (una vez más) y que nos abren todo un abanico de nuevas posibilidades entre las que tendremos necesariamente que elegir.


Pedidos a Mascarón de Proa

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