La historia de nuestra tierra esconde varias sorpresas
que han sido silenciadas y cuya omisión ha cambiado por completo la narrativa
acerca de un pasado que es muy diferente al que nos han enseñado.
Andalucía ocupa una posición
geoestratégica única que nos marca los límites de las posibles alternativas que
se abren ante nosotros. Y tiene una historia apasionante, que ha ido abriendo
nuevos caminos a través de los siglos al resto de la Humanidad, que ha tejido
una red de alianzas, de conexiones profundas con multitud de pueblos, algunos
de los cuales habitan muy lejos de nosotros. Esos puentes, que cruzan océanos, nos han definido históricamente y nos
han convertido en referentes para millones de personas que vibran en una
frecuencia que resuena con la nuestra.
A lo largo del tiempo hemos ido ejerciendo de manera
alternativa las dos funciones que nuestra tierra puede desempeñar en el entorno
geopolítico en el que vivimos: la de puente
y la de frontera. Por eso es
importante sumergirse en la verdadera historia de lo que hemos sido y de lo que
somos para poder inferir los posibles caminos de futuro que se abren ante
nosotros.
Nuestro papel histórico de guardianes del Estrecho ha
determinado buena parte de nuestra historia, ya que ha sido -hasta 1869- la única puerta que comunicaba el Mar
Mediterráneo con el Océano Atlántico, lo que ha empujado históricamente
hacia nuestra tierra a una gran cantidad de ejércitos que buscaban tomar el
control de ese importante paso que, desde la apertura del Canal de Suez -en el otro extremo del Mediterráneo- abre, además, la
ruta entre el Atlántico y el Índico, es decir, conecta las costas nororientales
de Norteamérica y las occidentales europeas con el sur de Asia.
Este simple dato nos puede ilustrar bastante acerca
de la gran cantidad de presiones de todo tipo que se ejercen sobre los
habitantes de esta tierra y que están detrás, en última instancia, tanto de la
realidad estructural actual como de la imagen que se ha construido para
justificarla.
Esto nos convierte, además, en una importante base
logística a través de la cual se garantiza el paso de las fuerzas y los
suministros de los países occidentales hacia los conflictos del Próximo y del
Medio Oriente. También del flujo de mercancías hacia o desde los mercados de
Asia Oriental.
Pero la importancia geoestratégica andaluza no se
agota en su componente este-oeste, es
decir, en el carácter de válvula de control de la comunicación marítima entre el
Mediterráneo y el Atlántico. También es fundamental su componente norte-sur, es decir, la conexión
terrestre entre los pueblos europeos y norteafricanos, que en los tiempos que
estamos viviendo adquiere una relevancia cada vez mayor. Sólo daré un dato que
sintetiza la situación: África, en 1960, tenía 283 millones de habitantes,
frente a 605 millones de europeos. En la actualidad tiene 1.340 millones,
frente a 748 millones de europeos. Sólo
los 14 kilómetros de anchura que posee el
Estrecho de Gibraltar separa ambos
espacios. Sin embargo, hay muy poca consciencia entre la población de lo
que esto significa.
Como podrá ver ni podemos, ni debemos ignorar esta
multitud de factores de carácter geopolítico que singularizan la tierra en la
que nos ha tocado vivir, que ha condicionado históricamente nuestra forma de
vida y seguirá haciéndolo en el futuro: somos
prisioneros de nuestra geografía. Por tanto, en cualquier análisis,
valoración o proyecto político, social o económico que hagamos tendremos que
introducir estos factores que marcan límites a nuestra capacidad de maniobra.
La pertenencia histórica de Andalucía al estado
español cambia la naturaleza de éste ya que España,
sin Andalucía, es un apéndice que le sale a Europa por el suroeste. Con ella es
un punto de encuentro de Europa con los mundos exteriores a la europeidad, un
puente hacia las Canarias, África e Iberoamérica. Esta realidad factual y
estructural será determinante durante las próximas generaciones para la
relación que la Unión Europea decida
establecer con esa parte del mundo, son regiones que no dejan de ganar peso
relativo en el ámbito global, cuya conexión garantizamos pero que, en paralelo,
empujarán a ésta a intentar condicionar todos los procesos de toma de
decisiones que nos afecten.
Nuestra historia, además, presenta algunas sorpresas
que contradicen la narrativa que se ha venido imponiendo durante los últimos
siglos y que sólo busca ocultar el verdadero papel que hemos venido
desarrollando desde hace milenios. Lo que hoy vemos como la periferia europea
ha sido, históricamente, el corazón de la Civilización Hispana, el pegamento de
la Hispanidad. Es imposible explicar la construcción del mundo moderno sin esa
pieza fundamental que, en su día, fue la clave de bóveda sobre la que se ha edificado
la estructura política global en la que hoy vivimos.
El territorio andaluz sufrió un proceso de
segregación política con respecto al resto del estado español a partir del
siglo XVIII de la que no somos, en absoluto, conscientes y que ayudan a explicar
no sólo nuestra posición estructural actual dentro de él sino, también, buena
parte de las tensiones territoriales que han ido agudizándose, por toda la Península,
a lo largo de los siglos XIX y XX.
La principal consecuencia de todo lo que hemos dicho
hasta ahora es que estamos obligados a replantearnos el tipo de relación que
queremos mantener con el resto de territorios que forman el Estado español, el
papel que desempeñamos como frontera exterior tanto de la Unión Europea como de
la OTAN y el rol que queremos desempeñar en la relación que dicha Unión
mantenga en el futuro con África y con Iberoamérica. También la estrategia de
desarrollo interior que debemos impulsar en nuestra tierra. Si queremos
profundizar en el modelo de sol y playas
o apostamos de una vez por el despegue de una industria que sepa explotar las
ventajas comparativas derivada de la importante posición geográfica en la que
nos encontramos. Nuestros puertos están situados en un lugar privilegiado para
el tráfico marítimo internacional, presentando así una potente base de
sustentación para el desarrollo de un sector secundario que necesita
urgentemente fortalecer las conexiones por tierra, fundamentalmente por
ferrocarril, con el resto de territorios que nos rodean y que pueden ayudar a
situar nuestros productos en muy pocas horas en el corazón de Europa.
Nuestra importante fachada marítima, por otro lado,
nos abre la puerta a un importante desarrollo científico y tecnológico
relacionado con el mar y con la oceanografía, abriendo un nuevo umbral de
descubrimientos y de desarrollos tecnológicos de cara al futuro.
Como vemos el potencial que presenta nuestra tierra
es formidable, si sabemos estar en la onda adecuada, aunque lo primero que
tenemos que hacer es tomar conciencia de esta apasionante realidad que tenemos
ante nosotros.
Son estas consideraciones las que me han llevado a
escribir el libro “Andalucía, ¿puente o
frontera?”, que acaba de publicar la Editorial
Mascarón de Proa y que está ya disponible en librerías, plataformas y en la
web de Almazara Libros o la de Mascarón de Proa.
Viaja
con nosotros a través del tiempo y del espacio para descubrir los diferentes
desafíos que el futuro nos presenta, que nos obligarán a redefinirnos de nuevo
(una vez más) y que nos abren todo un abanico de nuevas posibilidades entre las
que tendremos necesariamente que elegir.
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